Hay decisiones que no se anuncian, se sienten. A veces empiezan con un gesto pequeño, un kit entregado casa por casa, una conversación con un vecino, una pregunta que se repite: "¿Y ahora cómo seguimos?". Así comenzó, en la provincia de Llanquihue, la puesta en marcha del reciclaje puerta a puerta. No como un trámite técnico, sino como un acto político en el sentido más esencial: tomar decisiones que afectan la vida cotidiana de miles de familias.
La tesis es simple, pero no por eso menos desafiante: el reciclaje puerta a puerta no es solo un nuevo servicio; es un cambio cultural que exige corresponsabilidad entre Estado, comunidad y empresas. Y su éxito depende tanto de la logística como de la convicción de que las cosas pueden hacerse distinto.
Durante noviembre, más de 20 mil hogares de Puerto Montt, Llanquihue, Puerto Varas y Calbuco recibieron sus kits. En Puerto Varas fueron más de 5.000 familias, urbanas y rurales, las que abrieron la puerta para recibir no solo un contenedor, sino una invitación a transformar hábitos profundamente arraigados. La sostenibilidad no ocurre: se decide. Esa frase se dejó caer en una de las entregas, casi sin querer, y quedó resonando como fundamento de lo que vendría.
Y lo que vino fue una primera semana que dejó resultados claros. Puerto Varas lideró la recuperación de materiales en la provincia, con 2,7 toneladas recicladas; seguida por Calbuco, con 444 kilos; Puerto Montt, con 274 kilos; y Llanquihue, con 227 kilos. Más que una competencia, estas cifras reflejan algo distinto: las distintas etapas de implementación y el ritmo propio de cada territorio, porque cambiar la cultura del residuo no ocurre de un día para otro. Pero también revelan algo fundamental: cuando la comunidad se apropia del proceso, el impacto aparece rápido.
Es importante decirlo sin autocomplacencia: este proyecto tiene límites y desafíos. La adaptación de familias que nunca han separado residuos; la necesidad de educar, acompañar y corregir; la presión de mantener un servicio constante en zonas donde la logística es compleja; la posibilidad -casi certeza- de errores en los primeros meses. Este proyecto no está blindado al fracaso; está diseñado para mejorar. Esa es la diferencia entre implementar un servicio y construir una política pública sostenible.
Los aprendizajes de esta primera etapa ya comienzan a aparecer. Las rutas fueron diseñadas con equipos municipales que conocen el territorio. La alianza entre GIRO y la Asociación de Municipios funcionó como un ejercicio de corresponsabilidad, no como un convenio administrativo. Y los vecinos, con entusiasmo y dudas, pusieron de su parte para que el camión, al llegar, encontrara un primer gesto de separación.
Este mes será solo el inicio. Lo que determine el éxito real del sistema será lo que ocurra desde ahora: la constancia en el servicio, la pedagogía permanente y la capacidad de escuchar lo que la comunidad necesita corregir. Por eso, más allá de los datos, lo que queda es la convicción que podría escribirse en cualquier puerta de la provincia: "La sostenibilidad no ocurre: se decide". Y en esta primera semana, miles de familias ya lo decidieron.
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