Acaban de presentarse los resultados del informe de Evaluación Global sobre la Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés).
El resumen es dramático y da cuenta, en palabras simples, que nos estamos “comiendo el planeta”. Todo, debido a un menoscabo y deterioro profundo y creciente a escala global de la biodiversidad en el planeta.
El informe es resultado de tres años de intenso trabajo e investigación por destacados científicos y alerta respecto de un peligro sin precedentes a la vida del planeta, en donde de 500.000 a un millón de especies están en alto riesgo de desaparecer.
Las causas son las que conocemos desde hace años: sobreexplotación de los recursos sobre tierra, sobrepesca en el mar, generación de gases de efecto invernadero y efectos del cambio climático.
Algunas cifras que revela el informe: las especies nativas en los principales hábitats terrestres se han reducido al menos en un 20% desde 1900. A ello se suma que más de un 40% de las especies de anfibios , casi un 33% de los corales y más de un tercio de los mamíferos marinos están bajo seria amenaza para seguir como especies.
Y, aunque no existe tanta certeza respecto de los insectos, la evidencia de los científicos indica que al menos un 10% de ellos están amenazados.
Para hacerse una idea de la responsabilidad del hombre en la aniquilación de especies, hay que considerar que, desde el siglo XVI, 680 vertebrados se han extinguido. De hecho, más del 9% de todas las razas domesticadas de mamíferos utilizados para la alimentación de la humanidad se extinguieron al 2016 y, al menos, otras 1.000 razas hoy están en peligro.
La situación por cierto, plantea enormes desafíos que no son sencillos de resolver. El dilema es enorme y complejo, ¿cómo mantener a raya los efectos del cambio climático, preservar al máximo la biodiversidad y al mismo tiempo proveer y resolver las necesidades básicas de la humanidad?
En efecto, desde inicio de los años 70 la humanidad ha logrado un aumento de 300% en la producción de cultivos, pero el 11% de la población del planeta está desnutrida y casi 900 millones de personas no tienen asegurada su alimentación en Asia y África.
Al mirar el planeta, aparece que un tercio de su superficie y el 75% de los recursos de agua dulce están destinados a la producción agrícola y ganadera.
¿Los costos? Sólo entre 1980 y el 2000 se han arrasado con unos 100 millones de hectáreas de bosque tropical, lo cual ha afectado de manera especial a las selvas que se ubican en América Latina, como Brasil y Colombia.
El valor monetario del aporte de la biodiversidad en nuestro continente es enorme y se estima que llega a los 24 billones de dólares por año, lo que cual equivale al PIB de la región. Pero es un monto que está disminuyendo de manera importante debido a las variadas afectaciones que están minando al medioambiente, buena parte de las cuales tienen que ver con los efectos del cambio climático.
Una afectación que se hará cada vez más grave teniendo en cuenta que, en promedio, en la actualidad las poblaciones de especies en un área son un 31% más pequeñas a las que existían antes de la llegada de los europeos al continente. Así, se estima que para el 2050 la cifra de 31% pasará al 40%.
La situación no amerita más análisis ni deseos de cambiar las cosas, sino acciones rápidas, profundas y efectivas. Y para ellos es clave que los gobiernos inviertan el orden de las cosas, poniendo a las personas y la vida del planeta por sobre las oportunidades de negocios o intereses corporativos.
No se puede seguir especulando con el futuro de la vida en el planeta y por eso es que resulta clave el papel que los gobiernos de la región adoptarán en la próxima cumbre de cambio climático (COP25) que se desarrollará en diciembre próximo en Santiago. Y ahí el presidente Piñera tiene como responsabilidad ejercer un liderazgo claro como anfitrión.
Como sea, se trata de un esfuerzo que sobrepasa a los gobiernos y que implica, como ya lo estamos viendo alrededor del mundo, un esfuerzo y movilización ciudadana que ayude a presionar a los tomadores de decisiones.
En este sentido, resulta alentador el amplio movimiento de jóvenes alrededor del mundo que se han aglutinado y movilizado para gritar fuerte la emergencia medioambiental que tristemente les hemos heredado y que ahora ellos intentarán poner en cúspide de las urgencias que debe solucionar la humanidad.
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