La pandemia nos ha dejado frente al espejo de nuestras vulnerabilidades, miedos y debilidades, y nos ha mostrado cómo el mundo que nos rodea puede reaccionar a nuestra falta de prevención y mirada de futuro. Hoy más que nunca, la nueva realidad nos llama a repensar lo que hemos construido y el mundo de la educación, y en particular el de la educación ambiental se transforma en un objetivo esencial para ayudar a evitar nuevas crisis.
En este escenario, es necesario abordar el cuidado del medioambiente con la responsabilidad y urgencia que el planeta requiere. La pandemia, el calentamiento global y todos los efectos del cambio climático, nos obligan a reforzar los esfuerzos para revertir nuestros hábitos que causan daño a los ecosistemas.
En un reciente estudio de Sustenta+ y la UDD, sobre la evolución de la sostenibilidad en tiempos de pandemia en el que participaron 243 compañías de 10 sectores industriales diferentes de cuatro países -Chile, Perú, Ecuador y Colombia- las empresas afianzan su convencimiento en que hay que seguir en ese camino en forma decidida, incluso aportando más recursos, y especialmente, fortalecer la ética en los negocios. Sin embargo, ponen en último lugar su rol en la protección de los ecosistemas marinos y terrestres y el cuidado de la biodiversidad.
Pareciera que el ODS14, de los Océanos y el ODS15, del cuidado de la vida terrestre, tuvieran una suerte de "garantía", y que están ahí estáticos para siempre, mientras vemos la constante "plastificación" de los mares y la extinción de variadas especies en el mundo. Urge generar entre todos, un cambio cultural en materia medioambiental, donde la protección y cuidado del medioambiente sea relevante, inculcándolo desde la primera infancia, en niños y jóvenes. Sabemos que, sensibilizando, educando y promoviendo incluso con pequeñas acciones y cambios conductuales, podemos generar esta conciencia y compromiso con la tierra que habitamos, desde las aulas, y hoy desde la educación en línea.
Es importante que se pueda reflexionar respecto a la importancia de conocer y valorar nuestro entorno natural, nuestro ecosistema, nuestra biodiversidad, y que nos ayude a responder preguntas asociadas a los fenómenos naturales, pero al mismo tiempo, nos invite a redescubrir nuestro mundo que obviamente debemos conocer en profundidad, para proteger.
Nuestros parques y reservas forestales son un lugar privilegiado para estar en contacto con la naturaleza y conocerla. Si bien en tiempos de pandemia es difícil recorrer el país y acceder a ellos, los espacios naturales son el mejor elemento que podemos encontrar y que se pone a disposición, con los aforos establecidos. A falta de poder visitarlos presencialmente, también hay un rol en la educación remota, pues el material audiovisual cobra especial importancia también como un instrumento para el aprendizaje.
Aquí las fundaciones dedicadas a este tema cumplen un rol pionero, pero debemos incentivar también a las empresas, a proteger nuestro entorno en peligro, desde su mandato corporativo. En este desafío, la Educación Ambiental es un gran instrumento de gestión para la formación de una ciudadanía crítica y comprometida en el sueño de un país sostenible. Que la pandemia no sea un obstáculo para la instalación de un trabajo en sinergia, para la formación de una conciencia ambiental del cuidado del medioambiente, como proceso continuo en el tiempo, enfocado a formar valores con el fin de cuidar y proteger el entorno natural para el uso sustentable de nuestros recursos naturales.
Chile, frente a la crisis sanitaria, económica y social, tiene entonces el enorme desafío de velar por la educación ambiental en un escenario adverso, y el Covid-19 nos está poniendo a prueba.
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