Es claro que el cuidado y la preservación del medio ambiente, así como el desarrollo de energías limpias y renovables, son pilares fundamentales para un desarrollo económico global sustentable, ya que sin su presencia se paralizan los sistemas económicos tanto de aquellas economías desarrolladas como subdesarrolladas, como es el caso de nuestro país, compartiendo plenamente cuando se postula que el desarrollo económico sustentable es el que determina el carácter de las sociedades y no a la inversa.
Es por ello que lo esperable es que los acuerdos que se tomen en la Conferencia de las Partes (COP), que es la gran cumbre anual que realiza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y que reúne a 196 países más la Unión Europea, sean la hoja de ruta común respecto a la agenda futura y de consenso de los países signatarios en torno a la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), los cuales entre sus efectos inmediatos es el aumento de la temperatura global.
Sin embargo, la reciente COP27 celebrada en Sharm El-Sheikh, Egipto, dejó a mi entender conclusiones que son de dulce y agraz, careciendo de contexto. Por un lado, se celebra que nuestro país en conjunto con Alemania haya liderado el acuerdo que dice relación con establecer un fondo de financiamiento para pérdidas y daños por efecto del cambio climático que permitirá a que los países más vulnerables puedan enfrentar de mejor forma los embates del cambio climático. No obstante, dicha decisión que suena muy interesante queda en la nebulosa sobre la definición de esos fondos, quien los pagará y cuáles serán los criterios para elegir a los países vulnerables para la respectiva asignación de dichos dineros.
En lo que respecta a los resultados concretos, se valora el compromiso de reducir las emisiones de metano, el cuál es un importante GEI que proviene de varias fuentes, en al menos 30% al año 2030, en comparación al año 2020. No obstante la voz de alerta la coloca el mismísimo secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, quien señaló que "la COP27 no abordó de manera concreta la reducción drástica de las emisiones de GEI, indicando además que hay mucha tarea y poco tiempo, ya que estamos a poco tiempo entre el Acuerdo de París y la fecha límite (2030), donde se requiere que los países alcancen un pacto a nivel internacional solidario, en el que todos hagan un esfuerzo extra para reducir las emisiones en esta década y conseguir el objetivo de temperatura global fijado".
La COP27 fue de dulce y agraz, puesto que por un lado los brutales efectos del cambio climático (desertificación, sequías, inundaciones y la variabilidad climática, entre otros efectos) no mermarán y se proyecta que estos efectos avancen a nivel planetario, afectando con mayor énfasis a países más pobres y que carecen de medidas de adaptabilidad, dejando de manifiesto la gran brecha existente entre países ricos (mayores contaminantes) y países vulnerables; y por otro lado queda la preocupación de que las decisiones tomadas no estuvieran enfocadas en la disminución del uso de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural, más aun considerando el fuerte lobby realizado por países que lo emplean en demasía a tal punto que la próxima COP28 se realizará en Dubai, juzgue usted.
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