¿Sabe qué es la marea café? Se lo explico. Una de las prácticas habituales de la industria salmonera chilena es el denominado cultivo de peces al interior de jaulas ubicadas en fiordos y lagos de la zona sur de nuestro país. El problema es que este sistema de producción ha derivado en serios perjuicios para el medio ambiente y generado potenciales daños para la salud de las y los chilenos. Prueba de esto es lo que sucedió durante los últimos días en Caleta Porcelana, ubicada en el fiordo Comau de la comuna de Chaitén, donde a raíz de la floración de algas nocivas se acumularon más de 1.000 toneladas de salmones muertos que tiñeron de café nuestras aguas.
Si bien es conocido el estado de crisis ambiental que afecta al mundo entero, como país hemos hecho vista gorda hacia aquellos sucesos ambientales que se producen en nuestras costas, fiordos y lagos. Lo ocurrido en Caleta Porcelana no está ni cerca de ser un hecho inédito; se ha hecho recurrente al menos en las últimas dos décadas.
La industria salmonera, además de las secuelas que provoca en el suelo marino, también genera graves daños a las especies nativas producto del masivo escape de salmones, que son una especie carnívora e introducida. Por último, está demostrado que el descontrolado uso de antibióticos que se verifica en Chile provoca resistencia bacteriana, que puede tener efectos nocivos en el ser humano. Si nos mantenemos inmóviles, esto podría convertirse en noticia de cada día.
Es vital que las instituciones fiscalizadoras funcionen con agilidad. Sin embargo, aquello no es suficiente. Cómo país que aloja a grandes industrias pesqueras, debemos hacer todos los esfuerzos para ajustar nuestra legislación. Para el caso de la industria acuícola, por ejemplo, nuestro país debiera endurecer la regulación, restringiendo la relocalización de las balsas jaulas y avanzar hacia el establecimiento de la prohibición del cultivo dentro de las aguas naturales, permitiendo esta práctica sólo en recintos establecidos en tierra mediante el uso de piletas.
De igual manera, tenemos la obligación reforzar la fiscalización de esta industria fijando mayores penas para quienes no cumplan con las normas y dotando de mayores facultades y herramientas a las instituciones pertinentes. Hasta el minuto, la normativa es muy laxa y permite a estas grandes empresas producir cumpliendo con mínimos estándares respecto del cuidado del medio ambiente.
La crisis ambiental pareciera ser un problema que nos pasa por el lado, pero cada día existe más evidencia de los grandes daños que la industria y el quehacer humano puede producir de forma irreparable. El momento de actuar es hoy.
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