Cada 22 de marzo, desde 1993, se celebra el "Día Mundial del Agua" para destacar la importancia de este elemento vital para la vida y los ecosistemas de la Tierra. Su contribución a la seguridad alimentaria, salud y nutrición, junto con sus múltiples usos, posicionan a los recursos hídricos en la cúspide del desarrollo a nivel global. A nivel mundial, alrededor del 70% del agua dulce se almacena en glaciares y capas de hielo. Y es en este contexto que, a partir del 21 de marzo de este año, las Naciones Unidas invita a conmemorar por primera vez el "Día Mundial de los Glaciares", oportunidad para reconocer su rol fundamental en la regulación del ciclo hídrico y la estabilidad climática del planeta.
Se estima que existen alrededor de 200.000 glaciares en el mundo, de los cuales 18.600 se encuentran en 50 sitios declarados por la Unesco como Patrimonio Mundial. Chile posee aproximadamente el 4% del total de glaciares del mundo, alcanzando el 80% de los glaciares de Sudamérica. Entre los glaciares del país, destacan aquellos ubicados en los parques nacionales Torres del Paine y Bernardo O'Higgins, en las regiones de Magallanes y la Antártica Chilena, y de Aysén, respectivamente. La Dirección General de Aguas cifró, en el último Inventario Público de Glaciares del año 2022, 26.169 glaciares en el país, cubriendo un área de 21.009 km2, equivalente a 2.301 km³ de agua, volumen que representa cerca de 10.500 veces la capacidad de almacenamiento del embalse del Yeso, cuya superficie equivaldría a 5,5 veces la superficie de la Región Metropolitana.
Los glaciares son las principales reservas estratégicas de agua dulce a nivel superficial, de las cuales depende el consumo humano, los ecosistemas y las actividades productivas, y cobran una vital importancia en países montañosos que dependen de estas fuentes, como Chile. Los glaciares en las cabeceras de las cuencas actúan como embalses naturales de agua dulce y juegan un rol importante en la recarga de acuíferos y en la disponibilidad de agua en años secos. Pero, aunque la majestuosa Cordillera de los Andes nos acostumbra a maravillar año tras año, los glaciares se derriten día tras día.
Según un estudio publicado el año 2023 en la revista Science, de aquí al año 2100 podrían desaparecer al menos la mitad de los glaciares de la Tierra. Un efecto asociado al derretimiento glaciar implica la necesidad de gestionar las inundaciones por colapso de lagos glaciares (más conocido como GLOF, por su sigla en inglés), donde ya se han reportado episodios en zonas australes de Chile. Y junto a ello, el aumento del nivel del mar y la inundación de territorios y, en consecuencia, la migración humana, tal como ya ha ocurrido con los Pueblos Indígenas Guna en la isla de Gardi Sugdub en Panamá, o probablemente, Tuvalu, nación del Pacífico que, para el año 2050, se proyecta que la mitad de su capital, Funafuti, quede sumergida.
En este contexto en que la seguridad hídrica de los países se ve amenazada por los efectos adversos del cambio climático, la adaptación es fundamental para afrontar el avance de sus consecuencias. Los esfuerzos por incorporar prácticas y conocimientos de diversa índole, tanto científica como ancestral, en las políticas públicas, así como en las tareas cotidianas en el uso responsable del agua, requieren del quehacer de todas y todos. Y en este año 2025, dicha ocupación la podemos extender a la protección y conservación de los glaciares, contribuyendo a relevar la importancia de estos hielos milenarios en la vida actual, y, ciertamente, para las de futuras generaciones.
Chile dio ya un primer paso en esta materia el año 2022, al incorporar en el artículo 5 del Código de Aguas la prohibición de constitución de derechos de aprovechamiento en glaciares. Esta medida, en la línea del principio preventivo ambiental, es de suma importancia para su conservación, sin que sean objeto de usos que puedan acelerar su inexistencia. Actualmente, la preservación y la conservación de la criósfera también se presenta como una oportunidad clave a través del primer Plan de Adaptación al Cambio Climático para el sector de los Recursos Hídricos. Este instrumento, liderado por el Ministerio de Obras Públicas (MOP), a través de la Dirección General de Aguas (DGA), cuenta con la colaboración técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el financiamiento del Fondo Verde del Clima (FVC).
Por todo ello, el país, junto con poseer una de las mayores reservas de agua dulce en el continente americano gracias a sus glaciares, tiene también la opción de ser pionero en su resguardo, a través de su investigación, medidas institucionales y concientización de la sociedad sobre estos cuerpos de agua. De esta manera, se estará avanzando tanto en seguridad hídrica como también seguridad alimentaria contribuyendo al bienestar de las personas.
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