NDC forestal 2025: un compromiso imaginario

Recientemente se dio a conocer la actualización 2025 de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por su sigla en inglés). Las NDC constituyen los compromisos de reducción de gases de efecto invernadero suscritos en el marco del Acuerdo de Paris, hace ya una década. Los compromisos se actualizan cada cinco años buscando incrementar la ambición de los esfuerzos, a pesar de los pobres resultados obtenidos a la fecha a nivel nacional y también internacional.

En su momento, las NDC 2020 en materia forestal acogieron con entusiasmo el llamado a incrementar la ambición y duplicaron el compromiso inicial de 100 mil hectáreas plantadas, pasando a 200 mil hectáreas al año 2030. La misma tendencia a la ambición se comprometió respecto al bosque nativo manejado. La ambición planteada en el papel, sin embargo, no se tradujo en acciones concretas. A la fecha el nivel de cumplimiento en forestación no supera el 5% y a nivel de manejo del bosque nativo el 10%. En pocas palabras, un fiasco.

Por lo mismo, existía interés en saber cuál sería el compromiso forestal en esta nueva actualización. Afortunadamente, los responsables no cayeron en la tentación de prometer 300 mil hectáreas manejadas y 300 mil forestadas. No hubiera existido ninguna posibilidad de sostener la seriedad de un compromiso como ese. En su lugar, junto con mantener el compromiso ya adquirido en la NDC 2020, añadieron una forestación anual de 5.000 hectáreas desde el año 2031 en adelante, así como 10.000 hectáreas manejadas también cada año a partir de esa fecha. Es decir, intentar pagar la deuda ya contraída y agregar un exiguo interés.

Hectáreas más hectáreas menos, ya sea de forestación o de manejo, las cifras están más allá de cualquier posibilidad de cumplimiento. En palabras del antipoeta, la actualización 2025 de la NDC forestal es un ejercicio imaginario. Una forestación imaginaria en suelos imaginarios, y un manejo imaginario de bosques nativos imaginarios. La seriedad del país en esta temática también es imaginaria.

La interrogante entonces es por qué seguimos redactando documentos de este tipo, detrás de los cuales hay mucho trabajo de funcionarios públicos, consultores, académicos, muchas reuniones y talleres, muchos viajes con sus respectivos viáticos, y un largo etcétera de costos, para un esfuerzo que hasta ahora ha resultado estéril.

Y no son sólo los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. También los compromisos Kunming-Montreal de conservación de la biodiversidad suscritos el año 2022 en los que el país se compromete a conservar el 30% de la superficie terrestre al 2030 son igualmente imaginarios. Y Chile los suscribió sabiendo que son fácticamente imposibles de cumplir. ¿En qué momento perdimos la seriedad? ¿O la agenda internacional climática y de conservación consiste en esto? Ponerse metas inalcanzables, postergarlas, excusarse y prometer nuevas metas más ambiciosas e inalcanzables.

De gestión directa, poco. No estamos más cerca hoy de contar con un instrumento de fomento forestal impulsado por el Estado de lo que estábamos hace cinco o diez años. No estamos hoy más cerca de manejar diez mil o veinte mil hectáreas anuales de bosques de lo que estábamos hace veinte años. Las promesas y metas afiebradas no son gestión. No son política pública. Es hora de recuperar a seriedad, adoptar una gestión activa basada en resultados y no en elaborar promesas imaginarias con la esperanza de que por si solas se conviertan en realidad.

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