A tres años del estallido social

La derrota electoral de la opción Apruebo en el plebiscito del 4 de septiembre es el término de una estrategia política institucional, la cual se construyó desde el acuerdo del 15 de noviembre de 2019, al concluir el proceso con lo estipulado en la reforma a la Constitución del '80 actualmente vigente en el sentido de que "si la cuestión planteada a la ciudadanía en el plebiscito ratificatorio fuera rechazada , continuará vigente la presente Constitución", rechazo que logró prácticamente el 62% de los sufragios válidamente emitidos, con voto obligatorio.

Pero lo anterior no es el término del movimiento del 18 de octubre de 2019 (18-O), que implicó una serie de demandas sociales, políticas y económicas que no han sido resueltas, ni siquiera encaminadas en su resolución, o visualizadas las respuestas a dichas demandas desde la institucionalidad del Estado, del mercado o de la propia sociedad, manteniéndose intactas las desigualdades, e incluso más desnudas por las expresiones concretas de una pandemia inédita que mostró el Chile real en toda su magnitud. En efecto, las motivaciones y causas del estallido social siguen plenamente vigentes, evolucionando o profundizándose, pero no resolviéndose.

Debemos tener plena conciencia que el estallido social 18-O es un hito histórico violento, en el sentido que señala el autor noruego Johan Galtung, en su esquema teórico del "triangulo de la violencia", no sólo por ser un momento violento en el impulso de la movilización social y popular, por un lado, y la respuesta estatal de violación sistemática de los derechos humanos por el otro. Lo anterior es lo que Galtung llama violencia directa, que está en la punta superior del triángulo y que es la parte visible con la cual muchas veces nos quedamos, es el impacto en nuestros sentidos y en nuestra experiencia vital. También el triángulo tiene otras dos puntas que están en la base, que son normalmente invisibles pero que también son represivas, explotadoras y alienadoras (Galtung, 1998).

Es así como en la base de dicho triángulo encontramos la violencia cultural y la violencia estructural. Recordemos frases como "nuestro país es un verdadero oasis", "quien madrugue puede ser ayudado a través de una tarifa más baja", "para los románticos ha caído el precio de las flores", "van al consultorio temprano porque es un elemento de reunión social" y también una de las más emblemáticas "cabros, esto no prendió". Constituyen expresiones dichas por autoridades de la época o personas en posición de poder, desde el mismísimo Presidente de la República, que solo motivaron un estado de ánimo de la sociedad en su conjunto y que son expresiones de una violencia cultural que se vive en el día a día en uno de los países más desiguales de las llamadas economías "en vía de desarrollo".

Pero la violencia cultural se manifiesta en concordancia con la violencia estructural, lo que hace más agresiva e insultante sus manifestaciones. Esta violencia estructural se manifiesta en las desigualdades de toda índole que son fruto de un sistema neoliberal, el cual profundiza desigualdades colonialistas, patriarcales, de género y de clase, históricas y recientes, configurando nuestro modelo de desarrollo.

Para no profundizar en el diagnóstico de esta violencia estructural, basta solo referirse al magistral trabajo del Programa de las Naciones Unidad Para el Desarrollo (PNUD), editado tan solo dos años antes del estallido, en el libro "Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile", lamentablemente con plena vigencia en la actualidad. Dicho trabajo nos presenta una realidad de desigualdad en Chile, no tan solo desde el punto de vista socioeconómico, con áreas tan sensibles como los ingresos, la carga tributaria, la educación, la salud, el territorio y la seguridad social, sino que también en áreas más complejas y trasversales como el trato entre las personas, el desarrollo histórico y la influencia política (PNUD, 2017), todas manifestaciones de una violencia estructural que termina de configurar el triángulo de la violencia.

¿Cuál será la respuesta de los partidos políticos, las instituciones del Estado y la sociedad a esta violencia, definida de esta forma? ¿Cuál será la actitud de los poderosos del país, de la oligarquía criolla? Son preguntas que mantienen un tema abierto, que algunos quieren sepultar en 62% del rechazo a la pregunta de "¿Aprueba usted el texto de Nueva Constitución propuesto por la Convención Constitucional?", pero que no significó un rechazo a las causas y motivaciones de un 18-O.

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