Aunque no lo sean legalmente, son un partido político de facto

En el contexto del proceso constituyente se acaba de aprobar un proyecto que reduce el número de firmas para que estos puedan postular a la Convención Constitucional. Si antes se exigía un 0,4% de los electores del distrito en la última elección parlamentaria, hoy se exigirá un 0,2%. Es decir, si en un distrito como el 20 (Bío-Bío) se requerían 1.510 firmas para ser candidato o candidata, ahora serán 755.

Estas medidas han tenido respaldo político transversal, y aparentemente gozan de buena salud en la sociedad civil. Sin embargo ¿qué tan sano es que consideremos que la independencia es un valor? Esta consideración solo es un síntoma de lo dañado que se encuentra nuestro sistema de partidos políticos.

A pesar del legítimo descrédito de los partidos. La solución no pasa por la sacralización de la independencia. La valoración de la independencia por sobre la militancia puede dar buenos réditos en el corto plazo, pero en el mediano y largo plazo está contribuyendo a la despolitización de la sociedad.

Augusto Pinochet Ugarte fue uno de los grandes promotores de la anti-política y la independencia, no olvidemos que la junta de gobierno, a través del Decreto 77 del 13 de octubre de 1973, disolvió todos los partidos marxistas, y los declaró asociaciones ilícitas, más adelante se prohibieron todos los partidos políticos.

En su libro “Política, politiquería y demagogia” (1983), Pinochet plantea que en el Chile previo al golpe existía una “dictadura de los partidos”, en que los ciudadanos comunes quedaban fuera de las decisiones. Creía que organizaciones como CEMA Chile, las damas de rojo o los bomberos expresaban el “alma nacional”, cosa que no hacían los “señores políticos”.

Bajo este espíritu es que el artículo 18 del actual cadáver de constitución, plantea que se "garantizará siempre la plena igualdad entre los independientes y los miembros de partidos políticos".Una excepción en la historia constitucional chilena.

En las actas de la Comisión Ortúzar - que elaboró el proyecto de nueva constitución para 1980 - se observa que Jaime Guzmán plantea la idea de la igualdad de los partidos políticos y de los independientes en los mecanismos para acceder a cargos de representación popular (Sesión 371, 16 de mayo de 1978), más adelanta plantea que bajo la Constitución de 1925 las organizaciones gremiales debían acercarse a los partidos para tener representación política. En el fondo, la igualdad de los independientes con los partidos políticos fue un arma contra la politización de la sociedad.

En las actas de la junta de gobierno consta como Pinochet veía con preocupación la existencia de partidos políticos nacionales, prefería partidos regionales, creía que así existirían demandas más gremiales. Frente a esto, Fernando Matthei advirtió que mientras ellos funcionarían en partidos regionales, el Partido Comunista funcionaría siempre de manera nacional.  

Previo a enero de 1987, cuando la Junta Militar autorizó los partidos políticos (excepto los marxistas), buscaron prohibir que estos adoptaran sus nombres históricos, y querían que el Tribunal Constitucional tuviera amplias atribuciones para poder disolverlos.

En los primeros años de la transición no fue la izquierda quién idealizó la independencia. En las presidenciales de 1993 fue José Piñera quién repetía constantemente;"Soy independiente, y no político". Mientras que en la historia reciente de Chile solo dos partidos políticos nacionales han destacado en sus nombres la “independencia”, ambos han sido parte de la coalición gobernante; El PRI (Partido Regionalista de los Independientes) y la UDI (Unión Demócrata Independiente).

Si el ciudadano independiente es el virtuoso e impío, y el ciudadano militante es el sospechoso y sucio que renuncia a pensar por si mismo, en el futuro no habrá forma de proyectar la organización política y social como algo legítimo. Se está atentando contra una de las herramientas más potentes de la clase trabajadora y la izquierda.

La independencia es como el “apoliticismo”, no existe. En una elección cada candidatura representa intereses, de los que, de cierta manera, depende. Sean empresariales o populares, pero existen. Nadie es independiente de un interés.

Es necesario reivindicar la militancia como una expresión del actuar colectivo, comprender que la colaboración hará más fuerte una idea, renunciar a querer que solo se represente el 100% de lo que se piensa, y aceptar miradas diferentes para pensar un país en común.

Las listas de independientes pueden ser un respiro para nuestro alicaído sistema de partidos, pero si se reúne un grupo de personas independientes, definen lineamientos comunes, se organizan y eligen candidatos para disputar el poder, ya no son independientes.

Aunque no lo sean legalmente, son un partido político de facto. Y en ese caso, más que valorar su independencia, sería positivo permitir su constitución como tal.

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