La política chilena avanza como un péndulo, oscilando entre la necesidad de renovación y el apego a los viejos liderazgos. Pero lo que ha ocurrido en los últimos meses dentro del oficialismo no es un simple vaivén, es un verdadero giro de 180 grados. Gabriel Boric, quien construyó su carrera política a partir de la crítica a la ex-Concertación, ha terminado dependiendo de ella para asegurar la gobernabilidad de su administración. El Frente Amplio, ese grupo político que se erigió como la vanguardia de la nueva izquierda, hoy observa desde la barrera cómo los mismos actores de la vieja política toman las riendas del poder.
El Ministerio del Interior, un cargo clave en cualquier administración, quedó en manos de Carolina Tohá la mayoría del periodo, y su continuidad política ha sido garantizada por el apoyo de las estructuras del Partido por la Democracia (PPD) y el Partido Socialista (PS). Pero la gran noticia que confirma el giro definitivo del Presidente es la inminente consolidación de Tohá como la candidata presidencial única de Socialismo Democrático. La pregunta que surge de inmediato es ¿habrá medido Boric el costo de esta decisión?
Desde que asumió el poder en marzo de 2022, Boric ha debido enfrentar una realidad mucho más compleja de lo que esperaba. Las protestas, la crisis de seguridad y el desgaste de su base política lo obligaron a abandonar la radicalidad juvenil para abrazar la necesidad de estabilidad. El primer gran signo de este cambio fue el ajuste ministerial que llevó a Carolina Tohá a Interior, reemplazando a Izkia Siches, cuyo paso por el cargo estuvo marcado por el caos y la improvisación.
Pero con el correr del tiempo la influencia de los sectores de la ex-Concertación no solo se consolidó, sino que terminó desplazando a los cuadros del Frente Amplio. El reciente nombramiento de Álvaro Elizalde como ministro del Interior es la coronación de este proceso. Aquel senador que, como presidente del PS, tejió alianzas con el gobierno de Sebastián Piñera para asegurar el orden legislativo, hoy es el hombre fuerte en La Moneda. ¿Qué dice esto del liderazgo de Boric? Más aún, ¿qué significa para el Frente Amplio, que alguna vez soñó con refundar la izquierda chilena?
El Frente Amplio fue el proyecto político que encarnó la promesa de un cambio generacional. Desde sus inicios, se presentó como la alternativa a la vieja política, criticando el pragmatismo y las concesiones de la Concertación. Boric y sus compañeros de generación fueron los rostros del recambio, denunciando las políticas de los gobiernos anteriores como insuficientes y alejadas de las demandas sociales. Sin embargo, en menos de dos años, la realidad del poder los ha convertido en actores secundarios dentro de su propia coalición.
Hoy, las decisiones claves del gobierno no se toman en el Comité Político con los líderes del Frente Amplio, sino en reuniones con el Socialismo Democrático. Los ministerios estratégicos están en manos de exconcertacionistas, y las definiciones electorales ya no dependen de la voluntad de Boric y Constanza Martínez, sino de figuras como Carolina Tohá y Álvaro Elizalde. En este escenario, el Frente Amplio se enfrenta a un dilema existencial: ¿Seguir siendo parte de un gobierno que ya no lideran, o empezar a marcar diferencias y recuperar su identidad?
El oficialismo ha puesto su ficha en Carolina Tohá como la carta presidencial para 2025, lo que confirma la consolidación de la vieja guardia en el poder. Pero esta jugada no está exenta de riesgos. La apuesta de Boric es clara: garantizar estabilidad en el corto plazo, asegurando que su gobierno termine con algo de orden y gobernabilidad. Sin embargo, esta decisión podría costarle caro en las elecciones.
Por un lado, el Frente Amplio podría decidir romper con el oficialismo y levantar una candidatura propia, fracturando la izquierda y debilitando las opciones de Tohá. Por otro lado, el electorado más joven, el mismo que llevó a Boric a La Moneda con la esperanza de una transformación profunda, podría sentirse traicionado y buscar alternativas fuera del oficialismo. La falta de una opción de izquierda con credibilidad puede ser un problema grave para la continuidad del proyecto progresista.
Gabriel Boric llegó al poder con la promesa de cambiar Chile, pero terminó dependiendo de aquellos a quienes criticó durante años. La ex-Concertación ha recuperado el control del gobierno, y el Frente Amplio ha quedado relegado a un rol secundario. En el corto plazo, esta estrategia puede darle a Boric la estabilidad que necesita, pero en el largo plazo puede terminar alienando a su base política y debilitando su propio legado.
El problema para Boric no es solo la dependencia de la ex-Concertación, sino la pérdida de identidad de su propio proyecto político. Mientras el Frente Amplio observa desde la periferia del poder, los viejos rostros de la política chilena celebran su regreso. ¿Habrá medido Boric el costo de esta decisión? Solo el tiempo dirá si esta apuesta fue un acto de realismo político o una rendición ante las estructuras de siempre.
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