Coalición feble, unidad frágil

Es muy lamentable que la aprobación o desaprobación de los proyectos de ley dependan tanto de la recepción que esté teniendo en las encuestas. Esto nos habla de la liviandad con que se gobierna y con que se encara la negociación parlamentaria. 

La encuesta Cadem de esta semana ha encontrado que la propuesta de Camila Vallejo tiene un 70% de respaldo y la iniciativa de gobierno es apoyada por un 63% de los entrevistados. El oficialismo aplaude este “hallazgo”. Este es un tipo de formulación de preguntas que no nos dice nada en concreto, pero que puede ser mostrado por el oficialismo como un logro. Así de mal están las cosas. 

Es sintomático que el gobierno se vea impelido a respaldar su posición recurriendo a este tipo de cifras, usadas como argumento. Si requieren de este tipo de corralitos numéricos para mantener la disciplina en sus filas, sólo puede significar que la coalición es feble y su unidad es frágil. 

Siendo así, la continuidad de este gobierno se encuentra muy lejos de estar garantizada. La oposición debe dar importancia a este hecho. No darse cuenta de las debilidades de la derecha, y priorizar, en la práctica, la competencia entre los componentes de la oposición es un error de gran magnitud. 

En el tema de la reducción de la jornada laboral, el oficialismo se ha encontrado con dos errores de importancia, uno ministerial y otro presidencial. Ambos corresponden a exageraciones. 

El error ministerial es de ingenuidad producido por sobrevaloración. El tema de las 40 horas debió ser tramitado con un más bajo perfil. Pero el ministro del Trabajo es un entusiasta y no tan refinado orador, muy seguro de sus dotes para convencer. Esa percepción, extremadamente positiva, no se ve afectada ni siquiera por los tropiezos constantes cada vez que se entra en detalles técnicos. 

La idea de que pudiera haberse superado por diputadas de la vereda del frente no estaba en los planes originales. Pero sucedió. Como decía Violeta Parra: “uno calienta el agua y el otro se toma el mate”. Monckeberg instaló el proceso sólo para que otros artistas cosecharan los aplausos. 

Cuando ya el gobierno se había enredado a más no poder en este asunto, cuando más calma necesitaba, se involucró Piñera. El efecto ha sido el mismo que encargarle un pirómano el control de un incendio.

De inmediato el mandatario levanto aún más la expectación sobre este asunto, argumentando que el proyecto del PC era inconstitucional Y que, de ser aprobado, podría recurrir al Tribunal Constitucional.

El efecto ha sido completamente contraproducente. Ahora tenemos a una parte importante del gobierno tratando de arreglar el estropicio. A estas alturas el desarrollo del asunto parece el argumento de una comedia de equivocaciones. 

Pagando un costo alto y consumiendo una cantidad de energía tan gigantesca como absurda, el gobierno se apresta a superarlo.

Si lo hace como hasta ahora, despertará todavía un par de carcajadas. Pero, claro, con este gobierno se nos ha quitado hasta las ganas de sonreír.

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