Cómo alejar a los ciudadanos de la política

Renovación Nacional y la UDI nos han dado una clase práctica insuperable sobre cómo alejar a los ciudadanos de la política. Hay que reconocer que lo han hecho siguiendo todas las reglas de la farándula y garantizando, por lo tanto, alta cobertura mediática.

En la secuencia que ha precedido y sucedido la caída de la candidatura de Laurence Golborne hemos sido testigos de sospechas e intrigas, desmentidos airados, lágrimas a raudales y la euforia de un nuevo renacer. Todo bien… si esto fuera una telenovela o un reality televisivo.

Lamentablemente no lo es. En cosa de horas la alianza de gobierno nos ha mostrado algunas de las peores facetas de la política, entregando aún más razones a las chilenas y chilenos para desconfiar y observar con distancia a quienes dicen representarlos en el sistema democrático. Pero no sólo eso. Ahora pretenden que hagamos borrón y cuenta nueva. Como si no hubiera pasado nada.

No es posible.

En primer lugar, porque quienes defendemos el valor de la política e intentamos reconectar a ésta con los ciudadanos, nos hemos jugado a fondo por elegir a nuestros candidatos presidenciales en primarias abiertas y participativas.

Hemos promovido el debate y hemos apostado por confrontar ideas con toda la claridad que sea posible. Las candidaturas de la oposición no están de acuerdo en todo. Tenemos diferencias. Pero como lo hicimos en las primarias demócrata cristianas de enero pasado que dieron como vencedor a Claudio Orrego, hemos entendido siempre que nuestros contradictores son sólo adversarios políticos, no enemigos, y que el bien superior de Chile exige no sólo hablar con claridad, sino también proteger y fortalecer los espacios que tenemos en común.

Que tremenda diferencia con lo que hemos visto estos días en las candidaturas de la Alianza.

Inevitable el recordar cómo años atrás quien es hoy Presidente de la República y su actual ministra del Trabajo se involucraban en un episodio de espionaje telefónico que por algún tiempo puso incluso atajo a la carrera del primero.

En segundo lugar, hemos constatado que una vocación de servicio público no se improvisa, y que los estándares éticos en este campo deben ser superiores a los exigibles en la vida privada.

Durante tres años se nos ha tratado de convencer que la ética es lo mismo que las normas legales, que si no hay violación del Código Penal una conducta es perfectamente lícita. No es cierto y lo sabemos.

Quien posee autoridad pública lo hace en representación de otros. Su voz representa a todos los chilenos, los recursos que administra son de todos, y en su honorabilidad se expresa también la de todo un país. No basta con una o más encuestas favorables para estar en condiciones de aspirar a la Presidencia de la República, y eso lo ha constatado la alianza de gobierno de la manera más brutal durante estos días.

Por último, vale la pena tomar nota de la frialdad con que algunos eligieron su candidato presidencial basándose exclusivamente en las encuestas. Todas las fichas apostadas a la figura popular del momento.

Bastó que ésta fuera cuestionada severamente para que en cosa de horas el mismo ser humano fuera desechado sin escrúpulos de por medio.

La escena del candidato presidencial desechado recibiendo el homenaje del Presidente de la UDI, para sólo instantes después desaparecer en medio de los aplausos enfervorizados para un nuevo candidato, dice mucho de quienes han participado de este proceso. Si me sirves, bienvenido, en caso contrario, que pase el siguiente.

Con todo, quienes estamos en la oposición debemos tomar nota. Los errores y el triste espectáculo que la derecha ha dado estos días no nos vuelve más populares ni nos exime de nuestras propias obligaciones.

La campaña de primarias que finaliza el 30 de junio, tanto como la campaña presidencial que conducirá al mes de noviembre deben ser tratadas como una oportunidad única para exigirnos más, elevar nuestros propios estándares éticos, profundizar nuestro debate programático e involucrar mucho más a los ciudadanos en nuestras deliberaciones.

Se trata, por último, de asumir que sólo podemos representar a quienes nos entreguen su confianza… y para eso falta mucho todavía.

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