Nostalgia de un pasado, tristeza del presente, incertidumbre del futuro. La crisis interna nos ha golpeado duro a los humanistas cristianos. Tan fuerte, que aún no aprendemos de los sucesivos golpes que nos autoinfligimos. ¿Qué obnubila nuestras mentes? Solo el poder, nada más.
Pareciera ser que a sabiendas caminamos irremediablemente al despeñadero. Nos depara el olvido, si no somos capaces de un mea culpa colectiva. Reiterativo es el dialogo entre sordos, la gente espera como los cristianos de antaño, al líder. No responsabilicemos al empedrado de nuestra conducta impropia. Seamos francos aterricemos en nuestra cruda realidad, por dura que sea.
La responsabilidad no recae en unos pocos de esta otrora gran familia, sino en todos los que pregonaron que vendrían "días mejores". Fue una quimera de aquellos que dieron su vida conscientemente, por otros, en la gran batalla por recuperar la democracia, donde jugamos un rol insustituible, especialmente la juventud que lo dio todo y para todos, sin esperar recompensa alguna. Siempre adelante.
"¿Dónde están los humanistas?", nos gritaría preocupado Eduardo Frei Montalva. Los de primera línea. Aquellos que fueron capaces de conducir un pensamiento universal, movilizador, creíble e inclusivo, que hizo posible una "Revolución en Libertad" de la que debemos sentirnos orgullosos.
Dónde están, que ya no se escucha su voz de justicia social, para todos y con todos, qué desperdicio. Dónde está tanta inteligencia malgastada, de quienes ayer dieron lecciones de probidad y entrega total. Hoy permanece en el ostracismo general. Debe ser la comodidad de una nueva vida que nos hizo inmutables ante el sufrimiento de los más desposeídos, a los que siempre debemos servir. Cueste lo que cueste.
Volver a nuestras raíces. Renacer de las cenizas del pasado, para enfrentar el futuro, es el trabajo inmediato. Tenemos mucha historia viva sobre los hombros de mujeres y hombres, de la pala y el chuzo, de norte a sur, los que abrazaron con ardor la flecha roja y la bandera azul, que aun la guardan en sus mentes.
La mística que los envolvía hizo posible la Marcha de la Patria Joven, un hito jamás repetido, que tanta falta nos hace para volver a creer y crear un país justo. Estamos en momentos difíciles, de toma de decisiones que marcarán el futuro del país, no se trata de vivir de la nostalgia acaecida. El presente es ahora, el futuro es de todos y todas, nadie sobra en esta tarea.
No cometamos los mismos errores. Sería imperdonable. Craso error que pagamos caro. Apelo a la sabiduría de los que nos enseñaron los fundadores, que cobra hoy una vigencia indiscutible. Más que nunca. Ante la crisis del humanismo, unidad, unidad, unidad.
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