Nosotros, inteligentes y patriotas

Quien quiera conocer algo de cómo funcionan las cosas en el Chile actual no tiene más que leer la carta que un grupo amplio de empresarios les han dirigido a "sus" candidatos, es decir a Kast, Kaiser y Matthei. Son cosas que no se ven en otras latitudes, donde el empresariado se esmera en dar la imagen de un estamento por sobre la política partidaria y de atender a los intereses nacionales para lo cual pide la colaboración de todos los actores.

Entre nosotros, el poder se encuentra tan desbalanceado que las formas ya no reciben la más mínima atención. Salir a la palestra y dar recados por la prensa les parece de lo más obvio porque hacerlo desde hace mucho que no tiene costos. Han acumulado tanto poder que se exhiben ante el público con la naturalidad de quien se pasea por el living de su casa porque eso es, precisamente, lo que están haciendo. Estamos llegando a ser un país atendido por sus propios dueños.

Destaca la completa tranquilidad y libertad de espíritu con la que se expresan los empresarios. Es el comportamiento propio de quien no tienen nada que temer y se pueden expresar a sus anchas.

Los empresarios se concentran en la oportunidad que se presenta de ganar una influencia incontrarrestable, no en enfrentar la aparición de un peligro inminente que les despierte una auténtica alarma. Actúan de esta forma durante la vigencia de un gobierno de izquierda que tiene como integrantes a los mismos que respaldan la candidatura de Jara, pero la idea de que puedan ser molestados en lo más mínimo no se les pasa por la cabeza. Eso se explica porque ese riesgo no existe. Han podido dormir molestos, pero tranquilos por casi cuatro años.

Si la próxima administración fuera una versión mejorada del actual, tampoco sería como para salir arrancando. Desde ya se sabe que el programa de Jara será realista y representativo de una coalición que, desde el principio, contará con un papel protagónico del socialismo democrático y, si se amplía, será hacia el centro político, lo que lo hace todavía más predecible y los empresarios lo saben.

Eso debiera llamar la atención, porque se les ofrece a las derechas un curso de acción para que alcancen más poder que el que tienen ahora que ya incluye la capacidad de vetar todo aquello que no les guste. Lo que está a la mano es el predominio incontrarrestable. Si todo resulta, en el futuro un acuerdo entre los distintos sectores de la actual oposición equivaldrá a un acuerdo nacional.

No se trata de ganar, sino de imponerse con holgura

Francamente, no se puede creer que esté a la mano ganar la Presidencia, tener el control de ambas cámaras e imponer las políticas públicas que se quieran y, al mismo tiempo, estar convencido de que sea posible que el Partido Comunista pueda imponer sus ideas. No se puede estar al mismo tiempo, tan cerca del cielo y del infierno. Jara es una excusa. Esta carta la firman los que creen que el destino del país se define al interior de la derecha.

Una sola frase vale por el documento entero al dirigirse a "sus" tres candidatos: "Ustedes son todas personas inteligentes y patriotas y ven esta realidad igual que nosotros". La vanidad, la autocomplacencia y el espíritu de casta se combinan de manera perfecta. Es una misiva entre dioses del Olimpo.

Lo sorprendente es que se necesite una carta cuando les bastaría con tomar el teléfono, por eso esta misiva dice más de lo que parece. El receptor de un mensaje abierto con máxima difusión no son sus destinatarios nominales, sino el público en general. Nos están notificando de algo importante. Es un mensaje demostrativo de un cierto hastío con el desempeño del conjunto de candidatos con quienes estos empresarios se sienten identificados, pero no bien representados. No se les puede culpar por estar molestos.

El tono paternal y orientador que adopta la carta es una demostración de cierto cansancio con el desempeño conjunto de los involucrados, propio de quienes sí saben lo que hay que hacer y se les recuerda a los hijos que son lo suficientemente inteligente como para dejar de hacer tonterías. Los retos en público se utilizan cuando todos los recados que se pueden dar a puertas cerradas ya se han empleado y no queda otra que comunicar a todos el disgusto que se siente ante las cosas mal hechas.

El gobierno del dinero, por el dinero y para el dinero

Esta no es una carta para leer, es para pesarla. El número de firmas que la acompaña es más largo que su texto y en el diario ocupan las tres cuartas partes del espacio del inserto. Más bien es la notificación de una presencia vigilante. Se entiende el descontento de la derecha económica con la derecha política, pero hay que decir que ambos tienen razón en su propia lógica.

Los empresarios ven que la unidad de toda la oposición se expresa en mayoría parlamentaria y eso es lo que mejor sirve a sus intereses. Los candidatos presidenciales saben que sin definir un liderazgo que conduzca al sector completo no existe un "nosotros" que defender porque no se tienen propósitos compartidos.

Se pide a los abanderados que ejerzan un liderazgo asignándoles responsabilidad en no haberlo logrado a "sus adláteres", como lo ha dicho Gerardo Varela, uno de los firmantes. Eso es una explicación conveniente, pero falsa. Los líderes conducidos por sus seguidores no son líderes y menos si recién se dan cuenta de lo obvio porque les llegue una carta.

Los que han mandado esta misiva saben que lo hacen cuando la competencia entre candidaturas y listas parlamentarias opositoras ya no puede ser detenida. Conocen que el resultado que quieren evitar ya es un curso de acción inevitable. Lo que están dejando claro es que se está desperdiciando una gran oportunidad. Y quienes son capaces de advertirlo cuentan entre sus filas a líderes alternativos que sabrían hacerlo mejor.

Pasar a la primera línea es el recurso de los descontentos. Lo que estamos viendo es el asomo de un reordenamiento de liderazgos con posterioridad a estos comicios. Si han delegado tareas en quienes no saben cumplirlas, la moraleja siempre ha sido "arréglelo usted mismo".

La política, mirada de fuera, suele provocar un espejismo: todos saben qué hacer y que decisiones tomar hasta antes de entrar en la cancha. La derecha no se dividió por gusto ni porque tenga líderes miopes, sino porque no están de acuerdo en el programa, en el estilo y en los que deben ser convocados. Lo seguro es que un país mono color, con todo el poder concentrado en pocas manos sería un triste Chile.

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