El desamparo de la sociedad civil y la ofensiva contra un futuro esplendor

Las organizaciones de la sociedad civil somos y hemos sido protagonistas esenciales en la historia de la conquista, el reconocimiento y la defensa de los derechos humanos. Desde el corazón mismo de los territorios, en contacto directo con las comunidades y sus realidades, hemos sostenido un trabajo incansable que el Estado, por sí solo, no lograría cubrir. Somos quienes identificamos desde la experiencia y la cercanía, las carencias más urgentes. Ejecutamos acciones que intervienen. Transformamos vidas.

Con evidencia y compromiso empujamos el trabajo desde el ejecutivo o el congreso para que las políticas públicas sean más efectivas y atingentes. Sin esta labor, los avances en justicia social, equidad y dignidad de todas las personas, no hubiéramos avanzado como lo hemos hecho.

Hoy debemos decir con claridad y sin rodeos que en Chile las organizaciones de la sociedad civil no somos reconocidas ni apoyadas por nuestra labor. Las organizaciones, fundaciones, corporaciones y agrupaciones, aquellas que somos vitales para trabajar en pos de garantizar una vida digna a las personas, estamos sobreviviendo en absoluta orfandad, sin contar con ningún apoyo del Estado que por diversas razones, ha optado permanentemente por la ausencia.

Cada día somos testigos de cómo organizaciones esenciales en salud, educación y otros derechos fundamentales van desapareciendo por causas económicas y de mantenimiento, dejando a miles de personas sin la única conexión que tenían con la posibilidad de que comprendieran y respondieran a sus necesidades reales. El vacío no es solo institucional, finalmente son las personas las que pierden.

Esta realidad no solo nos empuja a la extinción, también alimenta la violencia hacia defensores y defensoras de los derechos humanos, en cualquiera de sus ámbitos. En los últimos años, los amedrentamientos, el acoso, las amenazas y las campañas de difamación han ido en aumento. ¿Y cómo no? Si el desamparo permite este tipo de prácticas en la más absoluta impunidad.

En un mundo donde crece la violencia, la desinformación y el retroceso en materia de derechos humanos se perpetúan, somos las organizaciones de la sociedad civil quienes sostenemos con fuerza, pero cada vez con más peso sobre los hombros, la resistencia vital. Y sí, es difícil mantenerse en pie en estos tiempos, sobre todo cuando la codicia y el aprovechamiento de algunos, ha opacado el verdadero trabajo que hacemos las organizaciones en los territorios, incluso a organizaciones que han resistido los peores tiempos de nuestra historia.

Nos mantenemos de pie frente a la escasez de recursos, la falta de amparo, la ausencia de reconocimiento y la negación sistemática de nuestra voz, hasta no poder más. Y lo hacemos únicamente por y para las personas, porque si nosotras caemos, la desigualdad, la falta de información y las injusticias se propagarán de manera inevitable. Las organizaciones de la sociedad civil necesitamos un Estado que no solo reconozca nuestro accionar, sino que también actúe en solidaridad y respeto con nuestro trabajo.

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