La propuesta de salud de José Antonio Kast se distingue por su apuesta en la salud preventiva, un enfoque que atraviesa varios de sus planes. Su eje "A Mover Chile" propone una "cruzada nacional" por la vida sana, incorporando medidas como abrir escuelas para el deporte durante las tardes, promover una mejor alimentación y abordar la salud mental desde el nacimiento.
Aunque la intención es loable, la propuesta deja importantes interrogantes. Por ejemplo, no se especifica la estrategia para proporcionar salud mental desde la maternidad. La falta de detalle genera dudas sobre la disponibilidad de profesionales especializados o si estas atenciones se integrarán al sistema público de manera efectiva. Tampoco se especifican las fuentes de financiamiento para esta masiva movilización social, lo que es relevante, considerando que el presupuesto de salud actual es limitado y sus otros planes también demandan una alta inversión.
Este patrón de buenas intenciones -sin un plan claro- se repite en el Plan Generación Dorada, enfocado en los adultos mayores. Se habla de una supuesta libertad de elección en cuidados de la salud, para que las personas puedan optar entre el sistema público o privado. No obstante, esta promesa esconde una ambigüedad fundamental. Sin un financiamiento definido, esta libertad se convierte en una quimera para la mayoría de la población.
El punto central de la propuesta de Kast, sin embargo, es su Plan Zero, que incluye medidas de emergencia para combatir las listas de espera mediante la derivación masiva de atenciones al sector privado. El plan estima una inversión única de US$770 millones y justifica su financiamiento a través de un ajuste fiscal que priorice el gasto social sobre el gasto político, reasignaciones, el término de programas mal evaluados, entre otros. El problema es que esta justificación es insuficiente. Hablar de ajustes fiscales o término de programas mal evaluados, sin detallar cuáles, hace que el financiamiento de una de sus propuestas más ambiciosas se abra a la crítica.
En el fondo, la colaboración privada para solucionar lo que denomina ineficiencias del sector público en el plano de la salud es el eje central de la visión de Kast. Si bien esta sinergia puede ser una herramienta para liberar la carga del sistema público, también diluye el rol del Estado como garante de la salud para toda la población. Esto abre la pregunta de si esta colaboración terminaría siendo la norma, relegando al sector público a un segundo plano.
La falta de concreción se extiende a la propuesta de reforma estructural al sistema público de salud, donde se plantea cambiar el régimen laboral de los funcionarios de salud, el término de los privilegios gremiales y despolitizar los nombramientos de directores de hospitales.
Sin embargo, estas aspiraciones se esbozan sin un desarrollo claro o un mecanismo para su implementación. Si bien se presentan como una vía para mejorar la productividad, en la práctica podrían entrar en conflicto con la autonomía de los trabajadores, afectando la estabilidad y el clima laboral. Al igual que el resto del programa, estas ideas son declaraciones de principios sin una hoja de ruta que demuestre su viabilidad, donde adicionalmente la participación ciudadana se omite en su articulación, un punto esencial para la legitimidad de cualquier reforma.
En resumen, el plan de salud de José Antonio Kast se caracteriza por propuestas con slogans llamativos que pueden captar la atención, pero que en su contenido promueven un rol que se podría considerar más orientado al sector privado que al público, dejando grandes espacios para la especulación, con respecto a cómo sería una reforma estructural del sistema de salud bajo su eventual gobierno.
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