Pymes y financiamiento: una deuda pendiente

Ya se ha transformado en un tema recurrente, casi reiterativo, que la economía chilena no logra despegar como ocurría hace más de 10 años. Igual de repetitivo han sido los efectos de esta situación, como el alto índice desempleo del país y las fórmulas que se proponen para superar el estancamiento pegajoso que aqueja al país.

Pero de lo que no hay dudas, es el aporte que pueden brindar las pequeñas y medianas empresas (pymes) para, sin obviar el rol de otros actores, empujar la actividad local. Hay que considerar que son un pilar fundamental de la economía chilena, al concentrar cerca del 60% del empleo formal, aportando dinamismo, competencia e innovación a los mercados. En este sentido, son miles de emprendedores que, día a día, impulsan el desarrollo local y generan oportunidades en todo el país. Sin embargo, ¿cómo este segmento de compañías puede ayudar si continúan enfrentando enormes dificultades para funcionar y crecer?

Por ejemplo, aproximadamente el 45% de las pymes tienen morosidad superior a dos años en sus deudas, mientras que las tasas de interés para los créditos comerciales sigue elevada. Esto, sin contar que sigue pendiente el envío del prometido proyecto de Ley que aliviaría su carga tributaria.

Entonces, las pymes se encuentran en un entorno cada vez más hostil, ya que no solo deben lidiar con una regulación muchas veces diseñada sin tenerlas en cuenta, sino que además están quedando fuera del sistema financiero. No se trata de empresas que no quieran pagar; sino que no pueden hacerlo porque no tienen acceso a financiamiento oportuno y adecuado.

Es un círculo vicioso: sin financiamiento, se retrasa el pago a proveedores, se postergan inversiones, se frena la contratación de personal y, finalmente, se incrementan los niveles de incumplimiento. El sistema financiero tradicional ha endurecido las condiciones para las pymes, asumiendo que son más riesgosas, cuando en realidad lo que necesitan son soluciones más flexibles y mecanismos que compartan el riesgo, como ocurrió en su momento con las Sociedades de Garantía Recíproca (SGR).

Se requiere voluntad para construir un entorno que permita su inclusión financiera, reduzca las barreras normativas y reconozca su aporte real al país. De lo contrario, seguiremos viendo cómo uno de los principales motores de la economía nacional sigue golpeado, sin la potencia necesaria para aportar a un crecimiento económico más dinámico que Chile tanto necesita para la generación de empleos formales y para el bienestar de sus habitantes.

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