La docencia en Chile atraviesa una de sus mayores crisis. Los síntomas ya no pueden ignorarse: el número de estudiantes que optan por carreras de Pedagogía sigue cayendo, a pesar de que el Ministerio de Educación ha postergado por varios años las nuevas exigencias para ingresar a estas carreras. El mensaje, a simple vista, pareciera ser claro: ni siquiera aliviando las barreras de entrada logramos atraer a nuevos talentos al aula. Y, al mismo tiempo, las puertas de salida se amplían peligrosamente.
Ejercer la docencia en nuestro país es, para muchos, una tarea cuesta arriba. Escaso acompañamiento en los primeros años de trabajo, salarios que no reconocen de forma adecuada el buen desempeño, condiciones laborales poco estimulantes, aumento de exigencias administrativas y episodios de violencia escolar configuran un escenario poco alentador.
En este contexto, urge abrir una discusión seria sobre cómo atraer y retener talento en la profesión docente. Una de las respuestas más potentes a este desafío se encuentra en el liderazgo educativo, cuya influencia ha sido ampliamente documentada. La evidencia internacional muestra que los directivos escolares son clave para mejorar los aprendizajes, principalmente a través del fortalecimiento de su labor.
De hecho, estudios recientes indican que los profesores tienen más probabilidades de continuar en la profesión y en sus escuelas cuando cuentan con líderes que promueven su crecimiento, los apoyan para mejorar su práctica, reconocen sus logros y les otorgan autonomía y responsabilidad para alcanzar sus metas. Esto mismo hemos corroborado en el Centro de Innovación en Liderazgo Educativo (CILED) de la Universidad del Desarrollo: a través de un estudio que realizamos en Chile, Argentina, Colombia y México, observamos que cuando los profesores sienten que sus líderes escolares les brindan apoyo para su desarrollo profesional y prácticas docentes, reportan una mayor satisfacción laboral y una menor intención de abandonar sus trabajos.
Directores que escuchan, que facilitan espacios de colaboración y aprendizaje entre pares, que brindan oportunidades de formación continua, que potencian una cultura de altas expectativas, que promueven en los docentes la confianza de poder ser efectivos en el aula, que protegen a sus equipos del agobio burocrático y que saben mediar en situaciones de conflicto, pueden ser la diferencia entre un profesor que renuncia y uno que decide quedarse.
Un ejemplo elocuente de este tipo de liderazgo es el de Javier Palma, director del Liceo Bicentenario de Excelencia Técnico Puente Ñuble. Cuando asumió en 2014, el establecimiento enfrentaba bajos resultados académicos, problemas de convivencia e incluso la amenaza de cierre. Hoy, el liceo lidera en su comuna con 318 puntos en el Simce 2024 de Matemáticas. Este logro responde a una gestión centrada en el trabajo colaborativo, la reflexión pedagógica y metas compartidas. Javier reorganizó los horarios para facilitar la planificación conjunta por departamento, impulsó liderazgos intermedios, acompañó la práctica docente con observaciones entre pares y promovió innovaciones como la certificación progresiva en inglés y la incorporación de la voz estudiantil.
De manera similar, Francisco Manqui, director del Liceo Bicentenario People Help People de Pilmaiquén, ha liderado cambios efectivos basados en la autonomía docente, el manejo de datos y el foco pedagógico. Reconocido por su enfoque innovador, Francisco promovió el compromiso compartido con el equipo docente, integró metodologías activas y puso en el centro los aprendizajes de los estudiantes. Su presencia cotidiana en el colegio, el acompañamiento a los profesores y la escucha activa hacia los alumnos han sido claves para construir una comunidad educativa cohesionada. Bajo su liderazgo, además, el liceo ha logrado encabezar a nivel regional (Los Lagos) el último Simce -con un puntaje de 336 en la asignatura de Matemáticas- y posicionarse entre los 10 mejores colegios del mundo, en la categoría de Innovación por los World'is Best School Prizes 2024.
Potenciar el liderazgo educativo en este contexto es una necesidad con sentido de urgencia. Requiere formación especializada, buenos incentivos y autonomía para que los equipos directivos puedan actuar con flexibilidad según las necesidades de sus comunidades. Necesitamos líderes escolares capaces de apoyar a sus profesores como un recurso estratégico; para la escuela, para los aprendizajes de sus estudiantes y para el futuro del país.
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