¿Y si volvemos a debatir sobre desigualdad?

Hace unos meses tuve la oportunidad de comentar un excelente libro sobre la historia forestal de Chile. Luis Astorga Schneider, su autor, cuenta que la pregunta que está a la base de los primeros procesos de forestación allá por los años '70 era "¿por qué Chile, un país extraordinariamente dotado por la naturaleza y muy rico en recursos naturales mantiene a una proporción tan grande de su población marginada de beneficios y derechos básicos?".

En un país donde esa pregunta -exactamente la misma pregunta- sigue siendo igualmente válida en 2025 de como lo fue en los '60 y '70 del siglo pasado, resulta sorprendente que la preocupación por la desigualdad esté totalmente ausente del debate.

Los momentos electorales son tiempos de propuestas. En otra época fueron también, de construcción de proyectos colectivos. En tiempos en que escasea el sentido de propósito compartido, volver a situar la desigualdad en el centro del debate podría ser un buen comienzo.

Hay mucha evidencia empírica de que para resolver los problemas que más aquejan a los chilenos se requiere abordar el problema de la desigualdad. Niños, niñas y adolescentes con mejor educación y más oportunidades, espacios públicos para la cultura y el deporte, son algunos de los muchos aspectos en los que, de corregirse la abrumadora desigualdad social y territorial existente, de seguro disminuiría la participación de jóvenes vulnerables, presa fácil del narco y las bandas delictuales, en actividades ilícitas.

¿Y qué decir del crecimiento económico? Sabemos que una de las principales restricciones que enfrenta Chile para retomar la senda del crecimiento es la baja productividad, lo que se resuelve con más formación, capacitación y fortalecimiento del capital humano, es decir, con una sociedad más preparada y menos desigual.

Así las cosas, la desigualdad es parte de las causas que explican la inseguridad y la falta de crecimiento. Y al mismo tiempo, inseguridad y no crecimiento generan más desigualdad. Parece trabalenguas, pero no lo es. Es simplemente un conocido círculo vicioso del que Chile requiere salir con urgencia. Pero para hacerlo, se necesita un proyecto de país que ponga al centro la pregunta sobre el país que queremos, en lugar de medidas cortoplacistas, efectistas y hasta contradictorias, pensadas sólo para ganar elecciones.

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