Coescrita con Martín Andrade, director ejecutivo de Corporación Ciudades
Históricamente, los municipios han sido relegados a un segundo plano en planificación y gestión urbana, dedicándose meramente a administrar y regular el territorio. Y si bien es natural que tareas esenciales como la poda de árboles, la recolección de residuos y la mantención del espacio público sean parte de sus prioridades, estamos convencidos de que están llamados a mucho más. La cercanía con las comunidades transforma a los gobiernos locales en la primera puerta de acceso al Estado, vinculándolos estrechamente a las exigencias, frustraciones y anhelos diarios de cada vecina y vecino.
Esta experiencia, lejos de condenarlos a la inmediatez, los debería convertir en testigos privilegiados de la inequidad territorial y posicionarlos en un lugar insuperable para hacer planificación y gestión urbana estratégica. El desafío es levantar la cabeza.
Para ello, es indispensable pensar a las comunas como verdaderas ciudades: Lugares donde cada vecino y vecina encuentre todo lo necesario para vivir bien y en el que se traza un horizonte de desarrollo más justo, próspero y sostenible. Este cambio de perspectiva, exige ir más allá de la función clásica de un municipio.
Con esta ambición, y buscando impulsar un desarrollo que combine la más amplia participación comunitaria con una visión que promueva la justicia territorial y el desarrollo económico, social y ambiental de la comuna, los acuerdos de ciudad emergen como una gran herramienta. Estos procesos participativos son clave para la priorización, diseño y sistematización de proyectos urbanos tanto públicos como privados.
En un trabajo conjunto entre la Corporación Ciudades, la Municipalidad de Renca y su comunidad, fuimos observando cómo miles de vecinas y vecinos, funcionarios públicos, empresarios y autoridades son capaces de pensar un desarrollo urbano integral, equilibrando temas como el medioambiente, el comercio y equipamiento urbano, la seguridad, el bienestar y la innovación para la comuna.
La premisa es clara y la compartimos plenamente: el destino de una ciudad no se define entre cuatro paredes. Se trata de recoger experiencias, sueños y anhelos de diversos actores, que merecen ser canalizados en propuestas concretas. Construir una ciudad justa requiere generosidad, diálogo y la habilidad para entablar una visión de largo plazo.
El gran desafío ahora es transformar esos sueños compartidos en acciones concretas, y los gobiernos locales son la mejor herramienta para canalizar estas iniciativas. La cercanía con la comunidad es también una oportunidad para articular esfuerzos entre el gobierno central, regional y las cientos de empresas que representan al mundo privado que desean construir ciudad. Estamos convencidos de que un desarrollo urbano sostenible y justo es posible, y que existen modelos para que cientos de comunas en todo el país, levanten la mirada.
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