Deberíamos estar preocupados

La pregunta que tenemos que hacer implica una profunda sospecha: ¿Es realmente negligencia gubernamental lo ocurrido en el norte de Chile?

Tengo serias dudas de si esto es un acto de mera despreocupación, cuestión que resulta extraño considerando que la migración venezolana fue promovida por el mismo Sebastián Piñera y viene siendo una preocupación desde hace unos cuantos años, o sí, por el contrario, es el legado que deja este Gobierno para que la derecha cavernaria de Chile pueda explotar a sus anchas y con muy poco contrapeso el discurso del cuerpo extraño. Esto último, por lo demás, no sería tan raro en un concierto internacional en el cual las derechas europeas han utilizado el discurso antiinmigración hasta hacerse fuertes bajo la forma de extrema derecha o del florecimiento de los nacionalismos de larga data, ahora expresado en relucientes líderes mundiales.

La derecha internacional y, que decirlo, la nacional tienen entre sus motivos de campaña la inmigración. La cuestión se ampara en un hecho real: la llegada masiva y desordenada de personas de otras nacionalidades, pero sus implicaciones son un entramado de sentimientos que finalmente hacen aparecer lo peor del ser humano.

Por esta razón el nacionalismo en tan peligroso. Nos sumerge en una narrativa que explica buena parte de nuestros problemas en la intromisión de un cuerpo extraño en un organismo otrora sano. Un alienígena. Antes estábamos bien, ahora todo se pudrió. La culpa: los inmigrantes. La culpa: los comunistas. La culpa: los indígenas. La culpa: los judíos.

De esta fantasía tan sencilla emergen los peores monstruos, unos que dan explicaciones claras, que arguyen la rectitud moral, que ofrecen recuperar ese organismo ahora enfermo, pero que terminan cometiendo las peores atrocidades. Cuidado con los portadores de la verdad absoluta, están siempre muy cerca de convertirse en tiranos. La verdad, es siempre su verdad.

Hay que ser claros. Chile no es un país que pueda recibir ilimitadamente y sin algún tipo de proyecto de sociedad futura a inmigrantes. Eso es acumulación de precariedad y conflictos asegurados en el futuro inmediato. Sencillamente esto es inviable y ningún país lo hace. Chile es un país con una economía terciarizada y sin grandes centros industriales. Con un crecimiento estancado desde hace más de una década. La matriz laboral se encuentra sumergida en un emprendedurismo teñido de libertad, pero cuyo precio es la precariedad y desprotección.

¿Queremos incrementar las tasas de marginalidad? Hay quienes propugnan la completa libertad de fronteras, pero lo cierto es que aún nos encontramos en los márgenes de los estados nacionales y es deber de los mismos regular las formas y estrategias mediante las cuales, inevitablemente, personas de otras nacionalidades puedan llegar al país. Chile debe ser capaz de tener una política de inmigración que ofrezca posibilidades de desarrollo a quienes vienen buscando mejoras en su vida, así como también a quienes vienen huyendo de horribles condiciones en sus países.

Nada de esto es tan sorprendente. En un mundo global y móvil como el que vivimos, estos fenómenos son habituales. Chile ha involucionado en materia de relaciones internacionales en esta materia, como si esto fuera garantía de permanecer impolutos en el marco de las crisis humanitarias que sufren países como Venezuela, producto de la dictadura chavista. De seguro este tema se tomará la agenda política de las próximas semanas y hará converger a Sichel y Kast en la segunda vuelta. Se necesitan. Cuidado, la derecha internacional ha crecido gracias a estos temas y esa es la apuesta de Kast, quien no ganará en esta ocasión, pero tendrá representación en el congreso. Kast se comerá a Sichel en el tiempo y la derecha será más derecha que nunca.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado