Doce tesis sobre la revolución chilena

1. La cuestión era la magnitud de la diferencia, sin embargo, el triunfo de Gabriel Boric estaba garantizado debido a la presencia de un candidato que daba más miedo que la película "El Exorcista". Un Atila, en primera vuelta. Por supuesto esto no le resta méritos a una segunda vuelta bastante buena por parte del ahora Presidente, pero convengamos que Kast se vio errático, repetitivo, cansado y sin un relato acorde a los tiempos que se viven; un candidato de los '70 y '80, con tintes de ultraderecha trumpista que al final se mostró más como un hombre al que temer, que como un presidente al que tener.

2. Los votos de Boric no son los votos de Boric ni de todo Apruebo Dignidad. El resultado es frágil justamente porque aquellos que no pensaban votar por él por encontrarlo muy joven, sin experiencia, amarillo, ultraizquierdista y un largo etcétera, terminaron apoyándolo, en algunos casos de muy buena gana, pero con un ánimo en compás de espera.

3. Estos electores serán los primeros que se decepcionarán cuando la política entre el juego y Boric ya no sea el joven aspirante a La Moneda, sino el continuador de la vieja política de los acuerdos. Todo en la medida de lo posible, en un Congreso equiparado.

4. Boric camina al borde de la navaja, literalmente.

5. No existe luna de miel. El mandato comenzó el día siguiente de la elección y la oposición será implacable pues el régimen neoliberal tal como lo conocimos hasta octubre de 2019 se derrumbó estrepitosamente y eso les preocupa.

6. Esto no puede leerse como el fin del capitalismo, del Estado nacional, la propiedad privada y toda clase de expresiones de lo que antiguamente se llamaba ultraizquierdismo. Lo que en verdad comienza su fin es el régimen de usura impuesto por la dictadura y acrecentado durante 30 años. Recordemos que muchas empresas públicas fueron vendidas durante los '80 a precios irrisorios y eso permitió el enriquecimiento de muchas familias de este país. Se acaban las AFP; las Isapre; el monopolio y oligopolio de mercados, donde basta una llamada para fijar precios; las regalías de la industria de los monocultivos en la llamada macrozona sur; eso por nombrar solo algunos ámbitos que ya venían tambaleando desde hace décadas.

7. Estamos ante un cambio de régimen, pero cuidado, es un cambio a la chilena. Es una revolución, sí, pero a la chilena. Es decir, con violencia, pero hasta cierto punto. Con cambios, pero ojalá con los menos costos posibles de nuestra parte.

8. No creo que Chile resista una estrategia de crisis permanente. Mucho menos un "piqueterismo" local.

9. La segunda vuelta presidencial debe leerse como la ratificación de un cambio de régimen, pero de estilo nacional.

10. El Presidente lo tiene claro, pues tal como en la Francia revolucionaria, la cabeza del líder puede ser puesta en la guillotina al finalizar el cambio de Constitución.

11. Los verdugos serán los mismos que lo eligieron y allí estará toda la derecha reunida para aplaudir y solicitar una revolución restauradora, un neoliberalismo 2.0.

12. Precaución, en tiempos frágiles y frenéticos la tormenta de mierda se puede desatar en cualquier momento, como escribiría Roberto Bolaño.

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