Efecto Chahín

Alexis Ceballos
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Algunos decían que este domingo recién pasado, no serían más de ocho mil los militantes que votarían en las elecciones del Partido Demócrata Cristiano. Los más optimistas no se hacían ilusiones más allá de diez millares. La crisis interna era aparentemente tan profunda que la desafección haría estragos en las urnas. Sin embargo no fue así. De los 31.631 habilitados para votar, 13.485 democratacristianos salieron de sus casas rumbo a los locales de votación para sufragar.

Un 42,5%, cifra suficiente para legitimar un proceso democrático, sin contar los muchos que se quedaron sin derecho a voto por encontrarse sorpresivamente con su militancia suspendida.

Los números dicen mucho, y ciertamente en esta oportunidad hablaron de forma bastante clara. Un 63% eligió por la campaña reconciliadora del ex diputado por la Araucanía, Fuad Chahín Valenzuela, que se impuso contundentemente frente a la opción más radical de Humberto Burotto. Durante su campaña Fuad fue inteligente. No tropezó en polémicas, calló cuando debía hacerlo y habló en el momento oportuno con las palabras justas. Se ganó con un trabajo de hormiga el apoyo de casi la totalidad de la bancada de Diputados y ciertamente de gran parte de la militancia de base. Los números así lo han demostrado. 

Chahín tiene ahora un trabajo complejo, que deberá de seguir esa misma línea recta tan característica de las hormigas, honorables siempre en sus pasos pequeños pero firmes, efectivamente comunitarios con la que construyen su propio futuro.

El nuevo presidente electo de la DC deberá eliminar de raíz las agendas individuales de un partido acostumbrado a tener demasiados caciques en pos de fabricar verdaderos liderazgos de servicio público, recolectar a aquellos que realmente estén abocados en cuerpo y alma a la mística del Humanismo Cristiano en su concepción más simple y concreta, real.

Deberá también acabar con la mala y antigua práctica de la vendetta partidaria, acostumbrada a amenazar, amedrentar y eliminar a los adversarios, que al fin del día terminan por ser los propios camaradas. La propia casa.   

Respecto a las alianzas, la idea que los debates de fondo deben estar por sobre la política de alianzas parece sensato, donde los intereses del partido deben estar en primer, segundo y tercer lugar. En eso tendrá una clara oposición interna, un terreno donde deberá demostrar su astucia política en el antiguo y maravilloso arte de la persuasión.

Su real capacidad se verá reflejada además en el equipo de líderes que logre construir para competir con los conglomerados de la izquierda y la derecha de la vida política chilena, en lo inmediato, de cara a las próximas elecciones municipales.

Sobre todo ahora, donde el éxodo de ex militantes renunciados prepara en silencio su debut para intentar quitar a la Democracia Cristiana el centro político de la esfera ciudadana. Y no debiera permitirlo. En eso la unión debiese hacer la fuerza, siguiendo el ejemplo de la actual bancada de Diputados que ha entendido que actuando como grupo se ha vuelto poderosa.

Fuad Chahín deberá dar además la importancia que merecen herramientas fundamentales y a su vez históricamente menospreciadas por la Democracia Cristiana, como lo son un buen equipo de comunicaciones especializado en planificación estratégica de relacionamiento con la militancia y el electorado; el uso del BigData para crear hojas de ruta realistas y precisas, y por supuesto, rodearse de verdaderos especialistas en comunicación política que aseguren triunfos en las urnas. 

Asimismo, el nuevo timonel debiese ser capaz de poner sus esfuerzos en la formación doctrinaria, especialmente de una nueva generación de jóvenes que deben ser captados con inteligencia.

La Democracia Cristiana debe entrar con fuerza a los centros de estudiantes y organizaciones sociales, reactivar sus sedes a lo largo del país y reencantar a la ciudadanía en la calle.

Su lenguaje deberá ser directo y conciliador pero a la vez contundente, acabar con las medias tintas del lenguaje con los ciudadanos entendiendo que Chile cambió, y poner orden en la relación que los dirigentes han establecido de forma defectuosa con los medios de comunicación.

De eso dependerá el efecto que produzca su nuevo estilo, que se traducirá finalmente en el poder del partido en las urnas, además, por supuesto, de un programa de excelencia y gobernabilidad para ofrecer las familias chilenas.

De él y la calibración de su directiva dependerá el efecto Chahín. Mucha suerte en el desafío.

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