El discurso final de Bachelet

Prácticamente al final de su discurso, en un hecho que fue criticado fuertemente por la oposición, la presidenta Michelle Bachelet realizó un mensaje que poco tiene que ver con la tradición republicana de las cuentas públicas, haciendo un llamado especial a los “demócratas progresistas”, pidiéndoles unidad y lealtad a los principios que los convocan, y señalándoles además que eran responsables de consolidar las reformas de este gobierno.

Incluso, un poco antes de esta alocución, la mandataria expresó que ninguno de los cambios que el gobierno ha llevado a cabo está asegurado para siempre y que los avances históricos pueden sufrir retrocesos.

Es discutible si estas afirmaciones son válidas, legítimas o apropiadas en el contexto de este discurso. Es más, queda abierto al debate si sus palabras tienen o no fundamento histórico o político. Pero lo que no está en duda es que Bachelet quiso defender el legado de sus reformas, su papel en la historia del país y, lo más importante, que espera no tener que entregarle nuevamente la banda presidencial a Sebastián Piñera.  

Divididos ante lo oportuno o no del mensaje, su contenido no es sorpresa para nadie. En innumerables ocasiones la Presidenta ha demostrado que está convencida de que los problemas del gobierno no son las reformas, reiterando una y otra vez que hay un grupo de la sociedad que no quiere hacer cambios.

En cierta medida ha reconocido carencias comunicacionales y de gestión en las políticas, pero con la convicción de que más temprano que tarde la gente aprobará las transformaciones y verá sus frutos. De hecho, en momentos en que su aprobación se mantiene en los niveles más bajos, Bachelet parece dispuesta a sacrificar su popularidad por dejar instaladas las reformas, a pesar de todas las deficiencias que estas tienen en cuanto a diseño, financiamiento e implementación.

El mejor ejemplo de lo anterior es la gratuidad universitaria y su llamado a defender esta “conquista”. Muy lejos de la promesa original del programa, alcanzar 70% de gratuidad al 2018-, Bachelet mostrará su reforma como un avance histórico para la sociedad. No importa tanto el número de familias y estudiantes beneficiados (que en realidad está en torno al 20% aproximadamente), o que se haya discriminado a jóvenes por el tipo de institución en la que estaban, sino que lo relevante es que antes de este gobierno no había gratuidad para estudiantes de educación superior y ahora sí la hay.

Esta preocupación que exhibe Bachelet por la continuidad de las reformas, también la manifestó hace poco en una entrevista con un medio internacional. En ella expresaba su deseo de que la Nueva Mayoría, en una situación inédita de llevar dos candidatos a primera vuelta, fuera en una sola lista parlamentaria para demostrar gobernabilidad y seguir profundizando las reformas.  

Con todo, estas intervenciones ratifican que el gobierno y la Nueva Mayoría saben que es real la posibilidad de perder el poder. Hasta se podría suponer que Bachelet intenta asumir ese liderazgo que nunca le ha quedado cómodo: líder de la coalición.

En definitiva, Bachelet no quiere cargar con el peso de que otra vez le pasó el poder a Piñera. 

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