Mayores universitarios

Durante el último tiempo se han repetido los titulares de prensa que advierten los efectos del cambio demográfico, como los requerimientos hacia los adultos, de todas las edades, de formación para las nuevas tecnologías, y la pregunta fundamental es ¿quién me cuidará cuando sea viejo? Además, se resaltan los dilemas que provocará la pirámide invertida en salud, labores de cuidado, transporte, pensiones y tantos otros aspectos de la vida.

El censo -actualmente en curso- confirmará fenómenos que ya vemos: una drástica reducción de la tasa de natalidad se traduce, en concreto, en una menor cantidad de escolares y jóvenes en educación superior; de hecho, en educación básica cada año ingresan menos niños a primero. Por el contrario, es previsible que un número creciente de adultos quieran tener una experiencia formativa universitaria, por necesidades laborales, o por interés personal en estudiar.

Adultos de diferentes edades ya están en los campus, en programas regulares o de continuidad de estudios, y eso va a aumentar. El reto que plantea la coexistencia de estudiantes de diferentes edades, con distintas trayectorias educativas y laborales, desafía tanto docentes como a los propios jóvenes que serán sus compañeros.

El uso de las plataformas tecnológicas, redes sociales y contar con infraestructura adecuada también son aspectos que debemos considerar, porque la presencia de adultos, incluso mayores, pasará de ser la excepción a la regla.

La educación a lo largo del ciclo vital adquiere más sentido y realza el valor intrínseco de la formación y la adquisición de conocimientos, como elementos claves para la adaptación al cambio tecnológico, y para la cohesión y desarrollo social.

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