"La aventura del héroe comienza con alguien a quien le han quitado algo, o que siente que falta algo en la experiencia normal disponible y permitida a los miembros de su sociedad. Así, emprende una serie de aventuras más allá de lo ordinario, ya sea para recuperar algo de lo perdido o para descubrir algún elixir que da vida. Y es un ciclo, una ida y una vuelta", nos decía Joseph Campbell.
En tiempos donde el yo se ha saturado de sí mismo, las heroínas y héroes están desfalleciendo. No en vano está la moda del coaching, con gurúes que nos dan recetas para nuestro desarrollo personal y la promesa de ser manifestadores de la realidad que queramos. Libros como "El Secreto", "El poder del Ahora", cursos para la activación de la glándula pineal, diplomados en Mindfulness, cientos de cuentas en redes sociales con frases inspiradoras, cursos de reiki, sanaciones energéticas; todo un kit de asistencia para que no exhalemos nuestro último aliento sin sentir que nuestra vida no tuvo sentido.
Nunca antes la idea de la "misión de vida" había estado tan presente. Nuestros antepasados sufrían bastante, pero tal vez tenían algo que para muchos es un lujo, y es la inconsciencia del ser. La vida era nacer-trabajar-morir, nada muy diferente de nuestros días salvo que, en ese devenir, hoy anhelamos que el homo laboris que somos se transforme en un homo dedicated, aquel que se dedica, que se ofrece, que destina su ser a su pasión.
Algunos han sido afortunados y desde siempre supieron cuál era su vocación, otros la descubrieron con el tiempo y muchos ni siquiera la han pensado. La era del narciso posmoderno es la era del yo vacío, pues si los narcisos se embeben de sí mismos no es por quiénes son realmente, si no por una autoimagen que ha sido creada desde afuera.
Este es el momento del hedonismo y la negación del dolor; analgésicos, entretenimiento, drogas, relaciones superficiales, Tik Tok con sus shots de estímulos lúdicos, sólo belleza filtrada en Instagram, comida rápida y carente. Para descubrir nuestra vocación, ese "llamado interno", hay que detenerse a pensar en uno mismo, mirarse al espejo y revisar lo que hemos hecho y estamos haciendo de nuestras vidas. En ese instante, el riesgo de desmoronarnos es alto porque muchos podrían ver que sólo han vivido por inercia, haciendo aquello que les dijeron que debían hacer y evitando sentir.
Evitando sentirse. La trampa de la matrix de control ha sido anestesiarnos con todo lo que nos invite al escape, y quienes ya no se evaden y comienzan a sentirse, son los que se transforman en héroes, descubriendo aquello que les falta y enfrentándose al miedo de intentar recuperar lo perdido, a buscar su misión de vida.
¿Para qué nací? ¿Qué quiero hacer con mi vida? Preguntas desagradables, demasiado profundas, una lata; mejor entro al celular a ver qué hay, mejor me ocupo de los niños, mejor prendo la tele, mejor pienso en la pega. Sentirse duele, es difícil, pero atreverse a pasar el umbral de aquella sensación que nos incomoda viendo lo que decidimos perder y no hacer, es el inicio del viaje hacia la aceptación de uno mismo, la gran aventura que transmuta al narciso en héroe, que inicia con re-conocer quién se es.
Los héroes mitológicos se enfrentaban a monstruos y pruebas, y para nosotros, el gran monstruo es algo de lo que no podemos escapar: La mente. Es el dragón que nos dice "no puedes", "no debes", "no mereces"; es la oscuridad que nubla el camino del corazón, lo que nos impide vivir en modo consciencia.
Habrá espinas que cortar, medusas que matar y demostrar toda nuestra fuerza, pero será un viaje mucho más interesante que el de narciso, que es estático, cómodo, que sólo se mira en la pantalla del celular.
"El único modo de averiguar algo sobre tu felicidad es pausar la mente y recordar esos momentos en que más feliz te sientes, cuando realmente eres feliz; no excitado, no sólo entusiasmado, sino profundamente feliz. Esto requiere un poco de autoanálisis ¿Qué es lo que te hace feliz? Tómalo, no importa lo que diga la gente. Eso es lo que yo llamo 'seguir el camino de tu corazón'" (Joseph Campbell).
Trabajar nuestra intención desde lo que sentimos. Esa sí es una buena receta, para quien no sepa aún el sentido de su vida.
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