El fracaso

Es común que en el mundo del emprendimiento se utilicen estadísticas respecto de la supervivencia de las empresas. De hecho, una de las más impresionantes es que solo una de cada 10 empresas sobrevive al quinto año.

Son números útiles, sin duda, y nos permiten ver la dificultad detrás de la instalación de una empresa exitosa (o por lo menos sostenible). Sin embargo, no nos preguntamos cuántos fracasos previos necesitó un empresario para romper esa barrera del quinto año.

¿Estamos seguros que ese empresario exitoso tiene fracasos previos? Yo apostaría que sí. Lamentablemente, en una cultura del éxito, es común que los fracasos se escondan, ya sea en los currículums, entrevistas de trabajo, conversaciones con pares e incluso en la formación o academia ligada al quehacer empresarial.

El fracaso es visto como una equivocación o un "empezar de cero" que estorba en el desarrollo de la "carrera" empresarial o profesional. Pero sabemos que la realidad dista de esto. El fracaso es lo más común -tal como indica la estadística del inicio de esta columna-, y según su magnitud y la forma en cómo lo abordamos, es evidentemente, la manera más efectiva de crecer y ganar experiencia.

En Fundación Emprender, en nuestra ya larga trayectoria acompañando empresarios en sus desafíos más personales y complejos, hemos visto el fracaso reiteradas veces. Empresarios que quiebran y deben volver a levantarse con una nueva empresa. Líneas de productos que fallan. Equipos que deben ser cambiados por completo. Ventas que se esfuman después de largos procesos de negociación. Cambios de planes a nivel personal que terminan en una reorientación completa de expectativas y metas individuales. Socios que se separan, e incluso, familias que se distancian o que rompen relaciones.

De hecho, ponemos especial énfasis en el fracaso. No sólo propiciamos un ambiente que permita conversar sobre esto en confianza, sino que también, solemos preferir trabajar con empresarios que ya hayan fracasado con otras empresas en el pasado; porque nos da ciertas garantías de que son empresario hechos y derechos, y que por ende, aceptarán con más humildad los consejos que reciban, y sabrán dar consejo a otros con mayor perspectiva y altura de miras.

El fracaso es una oportunidad para partir de nuevo, con más experiencia y sabiendo con antelación, los tipos de problemas con los cuales nos encontraremos en el camino. Esa experiencia nos hace ser más cautos en la incertidumbre y más arrojados en los momentos de grandes oportunidades.

El pasado domingo 4 de septiembre nos enfrentamos como nación a un gran fracaso. El fracaso de la propuesta de nueva Constitución. Porque más allá de lo que cada uno haya decidido votar, lo cierto es que el resultado del año de trabajo de la Convención fracasó. Sin embargo, luego de la sensación de alivio o desilusión que haya quedado después del resultado, lo cierto es que nos enfrentamos a una nueva oportunidad, y si somos capaces de sacar las lecciones que nos deja este proceso, podremos enfrentar el siguiente con más sabiduría, más conocimientos, y más convencidos de lo que sí queremos para Chile.

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