La candidata presidencial de derecha Evelyn Matthei, para referirse a la Cuenta Pública del pasado 1 de junio, señaló que el Presidente Boric habló como jefe de "barra brava" de un país que "no existe", hubo también quienes lo trataron de "miserable" por los contenidos de su intervención en un despliegue de insultos y descalificaciones que desnuda una insolencia y odiosidad fuera de control, incluso pretendiendo callar a la vocera del Gobierno.
Así, por sus contenidos, la campaña electoral muestra que Matthei no tiene más proyecto político que la confrontación visceral, por eso, esa retórica odiosa para impedir cualquier avance político que desnude el foso que divide a la derecha entre sus grupos tradicionales y los distintos sectores extremistas que aparecieron en la derecha, en el último tiempo. La derecha está quebrada, en su interior hierven las diferencias y no puede llegar a entendimientos políticos ni legislativos con el gobierno porque se desangra, está prisionera de su propia retórica intolerante y rabiosa. Con esa práctica, incluso frenética en su retórica, ha agrupado un respaldo social marcado por un comportamiento agresivo, desde el que solo surge una voluntad confrontacional que esteriliza y rigidiza su conducta política, si no se enfrentan al gobierno queda sin respaldo.
Entonces, hay una cuestión central sin respuesta, si llegara a ganar la elección presidencial, ¿cómo piensa dirigir el país? ...y asumir los enormes desafíos planteados que exigen, necesariamente, capacidad de diálogo político. Hoy, la intolerancia consume sus afirmaciones verbales y su liderazgo se complace en denigrar a quienes piensan distinto, carente de una perspectiva que le permita avizorar más allá de la polémica y la rencilla de cada día.
En la derecha, este dilema estratégico, se arrastra hace tiempo, en los hechos desde los inicios de la transición democrática. A mediados de 1983, las protestas populares hundieron el "receso político" dictatorial y la derecha que vivía usufructuando del régimen también se vio ante la necesidad de incorporarse al debate político público que Pinochet ya no podía impedir. Entonces, la llamada "patrulla juvenil", inserta en RN, impulsada principalmente por Andrés Allamand, trató de desplazar inútilmente la férrea conducción autoritaria instalada por Jaime Guzmán, con el total apoyo de Pinochet, que tenía un objetivo: asegurar la instalación de la "democracia protegida", es decir, el régimen democrático bajo tutela militar.
En esa prueba de fuerza en la derecha ganó el autoritarismo. Los centros controladores del poder económico se ordenaban en torno a Pinochet y la derecha civil se sometió. De modo que Allamand fue derrotado en su partido, Renovación Nacional, y poco después perdió la batalla senatorial de 1997, debiendo emprender lo que llamó "travesía del desierto". Luego se acomodó a la preponderancia reaccionaria. El efecto práctico fue que los enclaves autoritarios se prolongaron hasta marzo de 2006 y la UDI se dio maña para impedir las reformas constitucionales que posibilitaran poner término a los enclaves pinochetistas.
La historia es esa, la UDI fue articulador del sector más reaccionario y se autodefinió como infranqueable barrera de contención de la reimplantación de la institucionalidad democrática consiguiendo mantener los enclaves autoritarios hasta marzo del 2006, por ello, la transición chilena adquirió el carácter de "interminable". En el ADN de la derecha corría un espeso dogma antidemocrático que les arrastraba a respaldar la tutela castrense.
A la postre, los vientos democráticos y el fin de los regímenes militares en el Cono Sur, el ocaso de Pinochet después del fracaso de su aventura en Londres y la capacidad política de la Concertación, estando ya en la Presidencia Ricardo Lagos, lograron generar recién en 2005 el escenario político institucional necesario para aprobar las reformas constitucionales que, en marzo del 2006, culminaron la transición democrática en Chile, al inicio del cuarto gobierno post dictadura.
La candidata que presenta Chile Vamos fue activista del esfuerzo de perpetuación del régimen como funcionaria de la dictadura y activista del SÍ, luego Evelyn Matthei, en 1989, fue electa diputada de perfil "aperturista", pero en el 92-93, de RN pasó a la UDI y se integró protagónicamente a las filas ultraconservadoras siendo parte de una maniobra conspirativa para hacer colapsar la candidatura presidencial de Sebastián Piñera, lo que lograron totalmente. Durante décadas ha bregado por la "democracia protegida", objetivo estratégico que fue el articulador de la alianza Pinochet-Guzmán.
Esa desconfianza con el régimen democrático se expresa ahora en su conducta política: pretende imponerse, mandar y acallar, se trata de esa visión autoreconocida que considera "inevitables" atroces crímenes de la dictadura. Aunque pasaron más de tres décadas es la herencia irreductible de Jaime Guzmán y Pinochet. En esa mirada se confunde la tarea de gobernar con oprimir.
Por eso, su candidatura es una alternativa de regresión autoritaria y rivaliza con grupos más a la derecha aún que expresan una opción adicta al autoritarismo populista, de un ciego conservadurismo de corte integrista y militarista, totalmente ajeno a la prosecución de la dignidad del ser humano y la justicia social en el país.
En consecuencia, de las elecciones primarias de la izquierda y centroizquierda surgirá la alternativa democrática. Esa figura deberá ser capaz de agrupar un anchísimo arco de fuerzas que derrote el propósito de regresión autoritaria. La opción socialista es Carolina Tohá. Sus condiciones políticas la respaldan sólidamente. Las cartas están echadas, hay que asegurar una gran participación el próximo 29 de junio. El propósito es que la figura que encabece las fuerzas progresistas surja potente y decidida a que Chile mantenga un gobierno democrático y que no se regrese al pasado autoritario que tanto dolor trajo a Chile. La unidad es una condición necesaria. La amplitud del bloque de fuerzas es fundamental. Chile está primero.
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