El ser consecuente

La homilía de monseñor Fernando Chomalí, en el Te Deum del 18 de septiembre recién pasado, sin duda ha sido un planteamiento que al parecer ha logrado ya un primer milagro: Que todos los sectores señalen que los representa. Por lo mismo, me parece que debemos ahondar esa reflexión para ayudar a alcanzar resultados más concretos que se expresen en una real transformación humana y social del país.

Quisiera recordar una parte de éste: "La política es la más alta vocación a la que puede aspirar un ciudadano dado que allí́ se juega el bien común. No estropeen tan alto honor encomendado, se los pido en nombre de Dios y de todos los chilenos.

En estos meses tendrán la oportunidad de generar la cultura del diálogo con altura de miras, la cultura del respeto irrestricto por el que piensa distinto, la cultura de reconocer cualidades humanas en el adversario político. La cultura de la propuesta de ideas, la cultura de la mirada país por sobre la mirada del partido. La cultura que postula que la sociedad no se divide entre los buenos y los malos, entre nosotros y ellos, los de acá́ y los de allá́; y que siempre la acción política ha de estar orientada a que todos, especialmente los más desfavorecidos, mejoren sus condiciones de vida".

Si bien su mensaje va dirigido a todos los chilenos, tiene una dimensión particular para quienes somos católicos. Sin duda nos muestra preceptos morales que son fundamentales en el mensaje de Cristo y por lo tanto lo primero que debemos hacer es cuestionarnos a nosotros mismo.

La consecuencia de vida es ser coherente entre lo que se piensa, se dice y se hace. Muchos pensadores se han referido a ésta dimensión, sin embargo debemos reconocer que no es fácil. Requiere una honestidad básica y una gran humildad, porque muchas veces nos caemos. No existe la consecuencia como absoluto pero si mayores o menores rasgos de la misma y en algunos casos evidentes inconsecuencias.

Para ser más claro. Decirse cristiano y predicar mensajes de odio, de crítica obscena, sin reconocer nada del valor del otro, donde nosotros somos los buenos y los otros los malos, es una tremenda inconsecuencia, porque la fe cristiana está basada en el amor a Dios y al prójimo, por lo tanto definirse como tal y discursear un mensaje de este tipo es traicionar al propio Cristo.

En nuestra política, en la pasión de los discursos o planteamientos, los extremos declaran muchas veces mensajes de odio, de una crítica por la crítica, para lo cual incluso utilizan instrumentos de todo tipo incluidos burdos memes que llegan diariamente. Todos mensajes de rabia, de destrucción más que de construcción. Ahora, si analizamos por sector, lo cierto es que la ultraizquierda nunca se ha declarado católica o cercana a ella. Sin negar que pueden existir miembros que sigan esta fe. El tema es que la derecha y ultraderecha sí se declaran inspiradas en la fe católica, expresándolo en sus bases y principios, la UDI desde sus orígenes y Republicanos con su fundador José Antonio Kast, que lo hace público donde puede.

Si ponemos el mensaje del arzobispo y comparamos con la conducta de este sector, ¿qué grado de coherencia, consistencia y consecuencia existe?

Para algunos de la UDI y para Kast y Republicanos todos los males se concentran en el Gobierno y su sector, mientras las bondades están en el propio. Nunca hemos escuchado una autocrítica que los enaltezca. No fomentan mucho la cultura del diálogo con altura de miras. La cultura de reconocer cualidades humanas en el adversario político y la cultura de la mirada país por sobre la mirada del partido.

Como muestra de esto último es que el país le dio a este sector una gran oportunidad para construir una Constitución que efectivamente represente a las mayoría del país. Tuvieron además una ayuda, que no estuvo en el primer intento: El trabajo de la comisión de expertos que con enorme esfuerzo logró el consenso de todos los sectores. Estaba listo, ese era el documento, pero su soberbia, su falta de caridad para con el país fue muy superior, hicieron un documento partisano y el país lo rechazó por amplio margen. Frente a esta conducta surge la pregunta natural en la perspectiva del mensaje del arzobispo; este sector quería ¿servir a Chile o servirse de Chile?

Si queremos un mejor país no podemos mirar para el lado. Tanto ciudadanos como políticos debemos revisar efectivamente la consecuencia con lo que decimos creer y vivir, en todo orden de cosas. Más aún cuando estamos en medio de una tremenda crisis moral que tiene a casi todas las instituciones del Estado y de la sociedad cuestionadas, debilitando con ello a nuestra democracia, que tanto nos costó conseguir.

Cristo fue muy duro con los hipócritas de su tiempo. Jesús criticó con dureza a los fariseos y a los maestros de la ley. "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois como sepulcros blanqueados, que por fuera se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros, por fuera parece que sois justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad". (Mateo 23:27-28)

Una sociedad que quiere un mejor futuro para todos, en un espíritu da libertad, paz y solidaridad, necesita de una ética y moral expresada y sustentada en una consecuencia de vida, que sea un bien superior que regule nuestra existencia y relación entre todos. No podemos esperar todo de las leyes.

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