La ética es un pilar esencial en la política, y debería ser un principio ineludible en la próxima elección presidencial en Chile. Sin embargo, el actual camino hacia La Moneda demuestra que este valor no siempre es un requisito para quienes aspiran a gobernar.
Según un informe de Ipsos (2025), el 64% de la ciudadanía prioriza un liderazgo ético, basado en la honestidad y la transparencia, como una condición para restaurar la fe en el sistema político. Una presidencia con integridad no solo inspira cohesión social, sino que también fortalece la estabilidad democrática y el bien común. En un panorama fracturado, la capacidad de fomentar el diálogo y tender puentes resulta crucial para enfrentar las demandas sociales, económicas y ambientales.
Chile enfrenta desafíos urgentes, como el estancamiento económico, la pobreza, el conflicto con el pueblo mapuche y el aumento de la inseguridad y el crimen organizado. Estos problemas exigen que los candidatos conecten con las necesidades de la ciudadanía y refuercen la democracia. Esto puede lograrse a través de una mayor participación e incidencia política, junto con la recuperación de la educación cívica.
En este contexto, la encuesta Criteria sitúa a Kast, Jara y Matthei entre las principales preferencias en un escenario con ocho candidaturas. Este panorama refleja una ciudadanía dividida y expectante de propuestas reales. Con esto en consideración, la ética deja de ser un ideal abstracto y se vuelve una necesidad para reconstruir la confianza y articular soluciones efectivas.
No obstante, la desinformación amenaza la integridad del debate público. La difusión de imágenes alteradas, el uso de bots y la manipulación informativa han generado un ecosistema que debilita el proceso electoral. Este fenómeno, señalado por la ONU (2021) como una amenaza global a la democracia, se intensifica en campañas marcadas por la violencia verbal y la distorsión de datos. Ello exige instituciones vigilantes y una ciudadanía crítica, capaz de contrarrestar narrativas falsas.
En este sentido, la alfabetización mediática digital es fundamental. No es solo una tarea del Estado, los medios y los periodistas, sino también de las universidades, que deben contribuir con análisis y verificación rigurosa. A su vez, la ciudadanía debe diversificar sus fuentes de información y cuestionar su veracidad. La construcción de un futuro más justo y democrático depende tanto de líderes dispuestos a actuar con ética como de una ciudadanía comprometida con fortalecer el sistema democrático.
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