José de Gregorio, único

Sergio Velasco
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Ramiro Tomic, gran dirigente democratacristiano, en uno de sus elocuentes discursos señalo, “nadie es más grande en el Partido que el Partido mismo”, frase que caló muy hondo en la militancia, que en esos entonces pasaba por una crisis enorme al interior de su colectividad.

Es muy cierto lo que proféticamente dijo, no percatándose que en la Junta Nacional de la DC, estaba un modesto, casi invisible delegado de base, el que en sí era el partido mismo.

Don “Pepe” fundador de la colectividad política, la DC, uniéndose a ella durante toda su vida, trabajólico incansable, como secretario nacional, en varias mesas directivas, acompañando fiel y disciplinadamente a los dirigentes. Encabezando un movimiento humanista y cristiano de enorme envergadura, para llevar a cabo los urgentes cambios y reformas que el país requería.

Como tal organizó a nivel territorial, en cada comuna por pequeña o lejana que estuviera, una sede, donde los futuros adherentes podían acercarse a conocer de sus postulados y principios.

Eran otros tiempos, tiempos de esfuerzos y entrega, de solidaridad con el hermano, de mística profunda con los principios, de honradez máxima, sobre todo de sacrificio por el bien común, su ejemplo se traducía permanentemente en ser el primero en llegar y el ultimo en irse, tras arduas jornadas de trabajo partidario, con muy, pero muy escasos recursos.

Fue parte importante en las directivas de Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin, este último siete veces presidente nacional, acompañándolos en las buena y en las malas, en los tiempos difíciles y en las derrotas electorales, que las hubo y muchas, hasta que el sol empezó a brillar para la flecha roja, desde Arica a Magallanes, a partir de la histórica Marcha de la Patria Joven, previo al triunfo de Revolución en Libertad.

De Gregorio, al fin pudo saborear su primer triunfo, cuando en 1964, Eduardo Frei Motalva entra a La Moneda como Presidente de la Republica, transformador de la sociedad burguesa y clasista de la época, que tenía sumido al país en la ignorancia supina, pobreza absoluta y discriminación total.

Pudo optar a cualquier cargo parlamentario, de hecho, la DC, sacó ochenta y tres Diputados y Diputadas, en la primera elección, tras el arrollador triunfo de Frei, él solo se limitó a seguir trabajando para mantener su familia y la llama viva de la colectividad, a la que tanto le entregó, en las nuevas complejas funciones de ser partido de gobierno.

Su mayor preocupación siempre fue la JDC. Nos decía a los que tímidamente empezábamos a impregnarnos de sus ABC, chicos, “nunca en la vida, desprecien lo viejo por lo nuevo” en ellos encontraran la sabiduría de la experiencia de años de sacrificio y lucha. “Priorizar en política el “Yo” por sobre el “Nosotros” trae consigo corrupción, decadencia, y finalmente la muerte del Partido. Deben entender que aquí se viene a servir y no a ser servido. Lecciones que a muchos militantes se les olvidó, apenas usufructuaron del poder, causando un daño irreparable a la política y a los políticos.

Don Pepe, aún en plena dictadura cívico-militar, siguió en la clandestinidad, trabajando como secretario general, con el fin de reestructurar el partido, entregándole la fuerza que necesitaba, después del desastre democrático, se las ingeniaba para llegar con las informaciones necesarias de lo que acontecía en Chile a la militancia diezmada, la que por temor a las represalias se ocultaban o se negaban a sí mismo.

Detenido junto a Gabriel Valdés y Jorge Lavanderos, durante cinco días, el 08 de julio de 1983, acusado de imprimir volantes a favor de la Tercera Convocatoria Nacional de Protesta en contra de la Dictadura de Pinochet, lo pasó muy mal, el régimen militar quería expulsarlo del país.

Fue un acto de osadía, aún a costa de su vida, propia de un hombre que creyó firmemente en la libertad y la democracia. Patricio Aylwin, abogado, ex Presidente del Senado, hasta el golpe militar, lo defendió antes los tribunales de injusticia, pocas causas de derechos de las personas eran resueltas favorablemente a los presos políticos, casi ninguna. Inspirado, brillante, documentado, realizó una defensa impecable, logrando la libertad absoluta a su amigo y camarada de tantos años.

De Gregorio años después le devolvió la mano, contribuyendo con su característica humildad, desde su habitual puesto partidista, para que don Patricio Aylwin sea ungido por el pueblo soberano el primer Presidente de Chile al retorno de la democracia después de diecisiete años de cruel dictadura.

Quedó con una tarea pendiente, recuperar a la DC en el actual estado calamitoso en que se encuentra, ese dolor lo llevó a la tumba, será feliz en el más allá, cuando vuelva a ser su partido la espada y el escudo en defensa de los pobres y resurja de las entrañas del pueblo, una nueva luz de esperanza en días mejores.

A don Pepe, nuestro querido amigo, consejero, leal compañero de tantas batallas, se le conoció tres grandes amores. El primero su esposa Maruja y sus hijos e hija.

La eterna flecha roja que traspasó su corazón por siempre. Y al popular club deportivo, Colo Colo, donde sufría tanto cuando perdía y gozaba más cuando el triunfo lo coronaba campeón.

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