El resultado del plebiscito del 17 de diciembre en nuestro país nos deja con sentimientos encontrados. Por un lado, el triunfo del En Contra evitó que saltemos al vacío, pero al mismo tiempo quedamos donde estábamos, sin poder cambiar la Constitución de la dictadura.
Una valla que no fuimos capaces de saltar, ya que, en ambos procesos constitucionales, me refiero a la Convención y al Consejo, caminamos hacia los extremos, no logrando conectar con las reales necesidades de la gente y habitando una incertidumbre política por cuatro años.
De igual manera, podríamos interpretar el triunfo del En Contra como el fracaso de las ideas de extrema derecha, la derrota de la propuesta constitucional de Kast y de aquel mal concepto de: "verdaderos chilenos", acuñado por la exconsejera Beatriz Hevia. Un camino al que el 56% del electorado dijo no, y que al igual que el proceso anterior, se perdió en "gustitos ideológicos", como por ejemplo atentar contra la ley de aborto en tres causales.
Si algo quedó de manifiesto en esta elección es que las mujeres no estamos dispuestas a retroceder en los derechos sexuales y reproductivos, que han significado décadas de lucha, desde los métodos anticonceptivos de emergencia, hasta la interrupción del embarazo en casos de violación, riesgo de vida de la madre o inviabilidad fetal.
En este contexto dejamos atrás este proceso, que puso al centro del debate las ideas y los fundamentos teóricos de ambos sectores políticos, cometiendo el error de no poner al centro a las personas y sus necesidades reales, las del día a día. Pero eso se acabó.
Ahora es momento de tomarnos enserio los temas que le preocupan a la ciudadanía, logrando los consensos y acuerdos necesarios, sin excusas, para ir en búsqueda de una buena reforma de pensiones, más seguridad, mejor salud pública, vivienda y educación. Porque ese es nuestro mandato, mejorar la vida de las personas, hasta que Chile que sea realmente la casa de todas y todos.
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