El escenario político doméstico del Presidente Boric se encuentra definitivamente cuesta arriba. Tras dos apabullantes derrotas electorales, y el caso de corrupción "fundaciones" detonado por su propia coalición de gobierno, parecía urgente tomar un respiro. La gira presidencial a Europa y la participación en la Cumbre UE-Celac sirvió como estación de refresco para compartir junto a algunos compañeros de armas de la izquierda latinoamericana más dura.
La Celac se fundó en Caracas el 2011, en pleno apogeo del chavismo venezolano, con el objetivo de dejar atrás la "vieja y desgastada OEA". El proyecto bolivariano era el futuro, y por esos años (5 de marzo de 2013) el joven Boric indicaba: "Mucha fuerza a todo el pueblo venezolano. Somos muchos los chilenos q estamos con ustedes! A seguir profundizando la revolución bolivariana!". Diez años después, Boric no habló de la revolución bolivariana sino de la crisis en materias de derechos humanos que sufre Venezuela: "Me siento en el deber de decir que no son tolerables, en América Latina ni en ninguna parte del mundo, situaciones como las que ocurren en Nicaragua o la terrible crisis que ha llevado al éxodo de más de 6 millones de venezolanos que lo vemos en nuestra patria, donde hemos acogido más de un millón de ellos".
Lula da Silva, su "familia política" -como lo subrayó el propio Boric- atribuyó a la "ansiedad juvenil" del Mandatario las declaraciones disonantes en materias de política exterior con relación a la crisis de Ucrania, Venezuela o a los lineamientos de la izquierda dura dentro del vecindario latinoamericano. Pero más allá de que el diagnóstico del presidente brasileño sea correcto o no, la actuación de Boric parece ser un caso crónico de naturaleza contradictoria.
Se comunicó que la participación de Chile en la UE-Celac y reuniones bilaterales en países claves serían los principales objetivos de la gira presidencial. De acuerdo al ministro de Economía, Nicolás Grau, la visita del Presidente Gabriel Boric a Francia serviría para atraer "una inversión extranjera de Francia aún más robusta de lo que es actualmente", visto el "mucho interés" de algunas empresas. Sin embargo, ninguna de las citas diplomáticas llevadas a cabo se destacó tanto más que el reconocimiento entregado por Boric al exjuez español Baltasar Garzón, a "nombre del pueblo de Chile", por haber ordenado la captura de Augusto Pinochet en 1998. En resumidas palabras la gira a Europa será recordada por un nuevo desatino en nuestra política exterior, el impasse Garzón.
Interrogado por la prensa, el canciller Van Klaveren rápidamente se desmarcó de los honores entregados a Garzón por el Presidente, señalado que "esta es una decisión presidencial, yo como ministro de Relaciones Exteriores, parte del gabinete, obviamente respeto una decisión de carácter presidencial". En otras palabras evito respaldar el acto, ¿por qué? Porque Van Klaveren sabe que Garzón es mucho más que su actuar contra Pinochet. Conoce su prontuario y muñequeo político, el cual es totalmente partisano y discordante a los intereses de todos los chilenos.
Baltasar Garzón encabezó la defensa de Alex Saab, el empresario colombiano señalado como testaferro de Maduro y acusado tanto en Colombia como en Estados Unidos de lavar el dinero del chavismo. PDVSA pagó por sus servicios jurídicos más de 8 millones de euros. Garzón apoyó a Bolivia en su demanda marítima en contra de Chile: "Creo que es una demanda absolutamente justa, y que la decisión de la Corte Internacional de Justicia abre esa puerta para que dé una vez se consolide lo que es el derecho de todo el pueblo boliviano", dijo en octubre de 2015. Como asiduo participante de los encuentro de líderes de izquierda y del Grupo de Puebla, se cuadró con Cristina Fernández en medio de todo el escándalo de corrupción en el país trasandino, y afirmó que la condena de ocho años a Cristina por defraudación al Estado era una "aberración jurídica". En medio del estallido social chileno, pidió demandar al expresidente Piñera ante la Corte Penal Internacional por delitos de lesa humanidad. Y por si fuera poco, recientemente se postuló como árbitro para resolver el conflicto mapuche.
De acuerdo a la prensa, los representantes mapuche, junto con la Misión Permanente Mapuche ante la ONU, la Comisión Mapuche de Derechos Humanos y la Comisión Kimche Defensores de Wallmapu (CKDDW), decidieron solicitar la mediación "ante la usurpación histórica" de territorios considerados ancestrales que "ha sido y sigue siendo contraria al derecho nacional e internacional, y que infringe los tratados vigentes suscritos por la corona española y posteriormente por el Estado de Chile". En marzo de 2023 se presentó la petición formal de arbitraje con el Estado de Chile ante la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, en la que se solicitó la representación del exjuez español Baltasar Garzón como árbitro internacional. La señal de legitimación de Boric a Garzón en Europa pavimenta el camino y da un espaldarazo para una futura consideración de Garzón en la solicitud de mediación ante la Corte de la Haya, por tanto, no es un gesto menor.
A mi parecer, Boric se equivoca. Premió a Garzón, quien como ha quedado evidenciado, no está interesado en defender los derechos humanos de los venezolanos, sino que en conseguir ventajismos económicos del trágico destino del país. Honró a quien públicamente deslegitima la soberanía chilena en territorio nacional. El Presidente da honores a alguien que cierra sus ojos ante la corrupción de Cristina Fernández en Argentina. Desviste al canciller Van Klaveren de su experiencia y ridiculiza a los chilenos ante toda España, donde el poder judicial condenó a Garzón con 11 años de inhabilitación por delitos de prevaricación.
Boric critica la injerencia de Estados Unidos y China en la región, pero nuevamente de modo contradictorio, premia a un agente de ultraizquierda que opina e interfiere con sus polémicas performances en la política local de los países latinoamericanos. Un nuevo capítulo más para sumar a un cúmulo de episodios en la conducción errática de nuestra política exterior.
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