La Región de los Lagos ha debido enfrentar durante el primer cuatrimestre de 2016 dos situaciones de alto impacto en su organización socioeconómica: el bloom de algas, que provocó una nueva crisis en la industria salmonera y la aparición del fenómeno de la marea roja, esta vez con mucha más intensidad que en eventos anteriores, en un territorio mucho más amplio y con efectos nocivos nunca antes vistos en la zona costera de la región.
Como consecuencia de ambos hechos, un segmento importante de la actividad productiva regional se ralentizó o –definitivamente- se detuvo, al tiempo que el desempleo y la incertidumbre va en aumento.
Hubo tardanza desde el nivel central en dimensionar correctamente los alcances y repercusiones de la crisis que vive la región. El clima de malestar y desconfianza de la comunidad se vio acrecentado con la demora en la declaración de zona de catástrofe y con la negociación como vía para establecer los términos de la ayuda, todo ello en un marco de múltiples protestas y de un fuerte componente disuasivo expresado en la presencia de las fuerzas de orden.
La crisis que vive la región presenta múltiples dimensiones. Así como, efectivamente, urge contar con soluciones rápidas y concretas para aliviar la crisis de los más afectados, es necesario también generar los espacios de análisis y diseño de una serie de medidas y acciones que permitan hacerse cargo de los problemas que, derivados de la contingencia de estos días, continuarán asolando a la región todavía por varios meses.
Junto con el auxilio inmediato, expresado en bonos y ayuda alimenticia, es imperativo contar con planes de mediano plazo que consideren líneas de capacitación, apoyo al emprendimiento, creación de empleos y opciones de diversificación productiva. Sercotec, Fosis, los recientemente inaugurados centros de desarrollo empresarial, los municipios, Indap y la Subdere, entre otras instituciones, están llamadas a concentrar sus esfuerzos en este propósito.
La investigación que permita conocer el estado de nuestro mar y de su ecosistema, y que ayude a dimensionar el nivel de daño ocasionado es otro desafío pendiente del Estado chileno que es necesario abordar con seriedad en el más breve plazo.
Y como base de todo ello debe existir una política regional de pesca, que atienda a la realidad local, y que apunte al fortalecimiento de la acuicultura de pequeña escala, la miticultura, el cultivo y producción de algas, la pesquería artesanal, la protección de las caletas y el cuidado de las condiciones medioambientales del borde costero y de los mares interiores, que han sido históricamente un recurso vital para la gente de nuestra región.
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