Mi nombre es Mañalich, Jaime Mañalich

Cuando el gobierno marcha con dificultades y no se da con las soluciones que den remedio a sus males, cada cual se pone ingenioso y propone salidas de fácil ejecución. La más popular de todas es, sin dudas, el cambio de gabinete. 

Además, ocurre que se acerca la fecha en la cual las figuras que quieran competir en las elecciones a gobernadores regionales y municipales. Varios deben salir de sus puestos de todas maneras. 

Una cosa se puede combinar con la otra, con lo cual se consigue un efecto doble. Pero esto no pasa de ponerle un marco teórico para justificar un paso obligado. Por cierto, la solución a las dificultades que se presentan no pasará por esta medida. Ello por dos razones. 

La primera razón es que se estará cambiando figuras que se han destacado por otras de reemplazo que no tendrán tiempo para adquirir notoriedad. Esto no bastará para darle un nuevo aire al Ejecutivo.

La segunda razón es que un cambio de ministros tendría que cubrir otra necesidad, distinta a la de un relanzamiento político. Saliendo las figuras políticas más perfiladas, lo que corresponde es dejar en sus puestos a la línea que sabe realizar las tareas ya emprendidas y que les puede dar continuidad. 

Por cierto, lo único que podría alterar el cuadro sería una modificación del comité político. Pero de allí tampoco se puede esperar un reemplazo para mejor. En este ámbito se ha llegado a la humorada. Así como hay candidatos presidenciales, también hay candidatos al comité político. Lo sorprendente de que se discuta un cambio de gabinete, es que además se promueve candidaturas para ocupar las “vacantes” que quedarían a disposición. 

El actual ministro de salud, Jaime Mañalich, es uno de los más entusiastas para promoverse a sí mismo como parte de la conducción política de gobierno, modestamente, a su cabeza. El ministro conoce muy bien las reglas. Sabe que quien nomina es el Presidente. De allí que se presente en calidad de piñerista excelso. 

Además, Mañalich se promueve criticando a sus actuales colegas. El blanco ha sido el ministro de Hacienda, el que fue tachado de academicista para enfrentar las explicaciones frente al gran público. Esto ha provocado una discusión abierta a través de los medios. Lo que critica más es la falta de habilidades políticas, punto débil del gabinete. Un signo de deterioro muy grande. ¡Ver para creer! 

Como lo que necesita el gobierno es un comportamiento colectivo que equilibre la propensión presidencial a cubrir el mayor protagonismo posible, de un cambio en este nivel eso es precisamente lo que no se puede esperar que suceda. 

El círculo de mayor confianza presidencial ya se encuentra en La Moneda. Los que cubran estos puestos no tendrán mayor sino menor influencia y no podrán aspirar a enmendar nada. Es posible que los problemas empeoren en vez de mejorar.

La mejor alternativa para la derecha es que la atención pública se concentre en las campañas e, inevitablemente, en el reemplazo presidencial. Como le gustaba decir a la derecha: lo que ya no se hizo ya no se hará. 

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