Ni siquiera lo más mínimo

Llegaron con ganas de transformarlo todo. Querían conducir grandes cambios sociales y su gran enemigo era una supuesta élite perversa que existía en sus propios constructos mentales. Despreciaban a las policías, a quienes culpaban de los peores crímenes imaginables y a quienes amenazaron con desfinanciar y refundar en más de una ocasión. Jamás la seguridad fue una preocupación para ellos, pues en los círculos privilegiados en los que se mueven las prioridades son otras: el lenguaje inclusivo, el animalismo, la pluricultura, etc.

Al poco andar, la realidad del país fue desmoronando su soberbia. Se dieron cuenta de que -vaya sorpresa- los chilenos queremos vivir en barrios seguros y que Carabineros y la PDI juegan un rol importante en ese objetivo. Así, de forma lenta y progresiva, fueron recapacitando. Aunque debimos soportar varias chambonadas mientras esperábamos a que avanzaran en su camino a la iluminación. Debimos aguantar a una ministra que fue repelida a balazos en Temucuicui, pese a que, según ellos, no existía terrorismo en Chile. Debimos soportar a un presidente que indultaba delincuentes disfrazados de luchadores sociales. Debimos resistir a un proyecto de nueva Constitución que quería desmantelar todo nuestro ordenamiento jurídico y nuestras tradiciones. Y debimos llorar a policías que fueron asesinados en el cumplimiento de su deber.

Por suerte, con una derrota contundente, en las urnas mediante, el sentido común logró habitar, al fin, en la mente de quienes nos dirigen. El cambio fue notorio: se hablaba de seguridad hasta por los codos, se anunciaban planes y políticas, se anunciaban recursos y se armaban potentes pautas de prensa. El Presidente dejó de lado las acusaciones de "chery picking" que esgrimía cuando le enrostraban las cifras de delitos y pasó a enunciar que, en cuanto a la persecución de la delincuencia, "vamos a ser unos perros".

Sin embargo, todo eso quedó en el aire. Las cifras de homicidios siguen estando por encima de aquellas que existían antes de la pandemia. Lo mismo ocurre con los delitos violentos y con los ingresos ilegales a través de nuestra frontera. Los recursos destinados a orden público y seguridad siguen siendo más bajos que los registrados el año 2019. La reforma a Carabineros, que anunciaron con bombos y platillos durante su primer año de gobierno, quedó abandonada y su encargado terminó renunciando. Su Política Nacional Contra el Crimen Organizado no ha logrado ejecutar, a junio de este año, ni siquiera la mitad de sus recursos. Los proyectos de ley en la materia, muchos de los cuales fueron presentados por el ex Presidente Piñera, lograron avanzar a pesar del oficialismo y no gracias a este. Y, por último, para qué recordar cual fue el destino del otrora flamante exsubsecretario Monsalve.

Frente a esta acumulación de fracasos, a La Moneda solo le restaba cumplir con lo más básico: traspasarle al próximo gobierno un presupuesto decente en materia de seguridad. Tampoco lo lograron. Como guinda de una torta que hace rato huele a podrido, esta semana el presupuesto del Ministerio de Seguridad Pública fue rechazado con el voto en contra de 116 diputados. Es decir, ni siquiera sus propios parlamentarios lo apoyaron.

Con este acto, de forma poética, demostraron al fin de su mandato lo que siempre han sido: un grupo de jóvenes altaneros que desde su pedestal lo quisieron todo, pero que al final no lograron nada, ni siquiera lo más mínimo.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado