Estamos comenzando un nuevo proceso electoral, que definirá quién dirigirá el destino del país. Es momento de evaluar el presente y proyectar el futuro. Es en ese contexto que realizo este comentario. Considero importante escanear los ruidos que están coexistiendo en este momento y que sin duda afecta en el resultado electoral. En la elección pasada, cuando se eligió al actual Presidente, veníamos saliendo de un estallido social y nos enfrentábamos a un proceso que esperaba terminar con una nueva Constitución.
Sin duda ruidos muy potentes. Pero el trasfondo en que se daba todo este proceso estaba marcado por una profunda crisis institucional, que había afectado a todas éstas. Incluso a los Bomberos y a la Iglesia Católica que siempre se ha considerado como una reserva moral. Sin duda esta crisis fue de tremenda envergadura; los políticos, Carabineros, las Fuerzas Armadas, los poderes del Estado, entre otros. "No había títere con cabeza".
En 2021, el estudio del Centro de Estudios Públicos (CEP) sobre confianza en las instituciones señalaba que en una relación de 1 a 10, la población le pone 2,15 al Congreso, al gobierno 2,61 y a los tribunales 2,88. Sin embargo estos escándalos de corrupción y abusos de poder han sido muy extendidas hasta nuestros días.
Bueno, frente a este diagnóstico, los electores decidieron que había que darle paso a una nueva generación, porque las mayores estaban muy comprometidas. Es así como se elige a un Presidente de 36 años, con muy poca experiencia real, su único trabajo había sido ser diputado. Pero seamos también muy claros, cuando se cuestiona su inexperiencia, que es obvia por la edad, esa es responsabilidad de todos nosotros que llevamos al país a esta crisis.
En la actual coyuntura electoral la situación tiene nuevos matices. No se ha superado la visión sobre las instituciones y la nueva generación que asume el poder también se ha contaminado. Pero surge un nuevo fenómeno que concentra la atención del país, las licencias médico-turísticas, que han tocado a 25.000 funcionarios públicos, entre ellos 10 fiscales (que deben colaborar con la justicia) y a 1.470 médicos que ordenaron reposos mientras ellos estaban con licencia. Todo esto por el momento -porque seguirán incorporándose nuevas denuncias-, lo que marca una nueva realidad que sin duda afectará la próxima contienda electoral.
El fenómeno nos muestra una situación que pasa por la corrupción, la irresponsabilidad y por sobre todo, por la falta de conciencia social y solidaria. La plata que se ha robado al país es tan grande que se podría haber solucionado los problemas de la salud pública o construido cientos de viviendas. Por su parte, la existencia de cientos de médicos corruptos nos señala que el fenómeno supera la inteligencia y muestra una gran decadencia.
El problema ya no es de instituciones, donde la responsabilidad personal se diluye, ahora es de personas. Quizás las mismas que ayer cuestionaban las instituciones, pero que se preocupaban más de "la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio". Ya no es un tema de generaciones, porque las cruza a todas, no tiene un carácter social, porque afecta a todas, tampoco es de solo un determinado sector político, en los más de mil que han renunciado hay de todos los sectores.
El problema que transparentamos hoy nos muestra una "cultura en crisis" y eso es de una gravedad mayúscula. Las señales están marcadas por un ser humano tremendamente egoísta, con un yo gigante que ocupa todos los espacios. Donde los demás tienen un valor transable para mis intereses y la solidaridad vale solo si me beneficia. Mientras más me pueda aprovechar del estado y de los demás, mejor. Todos están o deben estar a mi servicio, pero no para cubrir una necesidad, sino para beneficiarme y complacerme. Este fenómeno, es también una extensión de la crisis de las instituciones, que significó enormes pérdidas para el país. Quizás corresponda a una nueva fase (si otros roban porque no lo hago yo).
Lo importante es rescatar a la gente honesta, responsable, de trabajo, que mira con asombro y vergüenza. Sin duda es la mayoría del país. Pero lo que más le duele a la sociedad, es que hoy en muchas familias hay un miembro o un amigo que ha caído en esta bajeza
Frente a grandes problemas se requieren grandes soluciones. Si en el caso de las instituciones se pueden generar leyes que la controlen, en este caso esto no es suficiente. Necesitamos una terapia mayor que haga crecer al país en la conciencia social y en la verdadera solidaridad de destinos. En un proceso de comprender que inevitablemente mi conducta afecta al resto, para bien y también para mal. No vivimos solos, vivimos en una gran comunidad.
Lo que ayer era un valor del país hoy se va perdiendo en nuestra cultura por acción de algunos. Hemos sido un país solidario. Nos compromete la Teletón, la ayuda a quienes requieren millonarias sumas para atender la salud de sus hijos, en cada lugar hay muchos que se preocupan por sus vecinos más necesitados. Es la otra cara de la moneda.
Nuestro carácter solidario se ha visto contaminado y hasta confrontado por un modelo de sociedad tremendamente individualista. Es en este contexto donde deberán desenvolverse las campañas para llegar a La Moneda. Creo que quién logre abordar este importante tema, estará resonando en la consciencia de todos.
En definitiva, quién asuma como propio la tarea de enfrentar este flagelo y potenciar nuestra cultura solidaria, será reconocido y tendrá la maravillosa tarea de afirmar y cultivar una sociedad que valore a cada persona más por lo que es, por su riqueza personal, que por lo que tiene. Porque la lucha por tener más como centro de nuestra existencia no tiene límite de ningún tipo.
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