Se ha hecho costumbre señalar, por parte del Presidente de la República, ministros, parlamentarios y dirigentes de los partidos políticos, que "es necesario llegar a acuerdos"; incluso hay alguien que repite que es "la temporada de los acuerdos".
Sin embargo, estos no se producen, ¿por qué?
Entonces, si además tienen la mayoría parlamentaria que les permite bloquear cualquier iniciativa y así oponerse al cumplimiento de las promesas de campaña del Presidente Boric, ¿qué razón, racional, tendrían para posibilitar un marco de acuerdo en esta "temporada", si ello además atenta en todo aquello que defienden por décadas, como el negocio de la salud, la previsión, la educación; el negocio con los derechos de agua; una política muy débil para luchar contra la elusión y la evasión de impuestos; el uso de playas "privadas"; el acceso completamente desigual a la justicia, donde los ricos terminan teniendo un trato groseramente distinto al de los más vulnerables y, un largo etcétera de inequidades inmodificables, con la actual composición del parlamento?
Ha llegado el momento de decir, sin escrúpulos, que hoy hay básicamente dos opciones. Por un lado, aquellos que ofrecen una propuesta de dictadura encubierta, donde todo lo que se hizo en los 17 años pinochetistas, ahora esperan hacerlo con apoyo popular, manteniendo salarios de hambre, pensiones miserables, pero que resguardan el negocio de las AFP; un sistema de salud público muy deficiente e indigno y, un seguro privado que, cuando se ve amenazado, además, debe ser "rescatado" por los propios usuarios, aunque hayan sido engañados, por cobros ilegales, durante años y, por cierto, un sistema territorial que genera el mayor nivel de inequidad que se pueda imaginar, donde los municipios más ricos, en todas las regiones, recibe un per cápita hasta 20 veces superior al de las comunas más pobres y la presencia de más carabineros, lo que consolida una situación de inseguridad nunca antes vista, en las poblaciones populares.
Entonces, por otro lado es posible que haya llegado la hora, con miras a la próxima elección, tanto la territorial (municipal y regional) y luego las siguientes -parlamentaria y presidencial- para que quienes seguimos pensando en conceptos éticos e ideológicos, como los de justicia social, con todo lo que ello implica, sepamos entregar propuestas a los electores. Que se plantee salario mínimo que saque a las familias más modestas de la pobreza; genere equidad territorial, que asegure que en las comunas más modestas habrá más protección policial y los sistemas de salud y educación serán fortalecidos, de manera de tratar con dignidad a sus usuarios.
Y, si ello coincide con una política, del actual gobierno que, en vez de esperar "acuerdos" con la derecha, los desenmascara, por no querer legislar lo necesario para mayor equidad, tal vez el pueblo nos vuelva a creer.
Ello implica entregar a discusión parlamentaria todas las propuestas que, de aprobarse, avanzarían decididamente en el camino del logro de mayores niveles de justicia social, sabiendo señalar porque ello no se produce en un Parlamento controlado por la derecha y, por lo tanto, llamando a los chilenos a elegir otros representantes populares en La Moneda, el Congreso y los municipios.
Si se sigue hablando solo de "acuerdos", entonces las opciones progresistas se mimetizan con lo más despreciado por los ciudadanos, especialmente los más desposeídos, que es la visión de que "siempre se ponen de acuerdo entre ellos", lo que lleva a quienes más sufren por la mantención de un sistema que solo favorece a los más ricos, a creer en la vana idea de que ello se supera sacando de circulación a todos "los políticos", favoreciendo el neofascismo como estamos viendo en nuestros vecinos.
¿Es mucho pedir? No parece tanto. A menos que se haya perdido la fe en las ideas básicas que alguna vez defendió el progresismo y que, desgraciadamente, fue dejando de lado, sistemáticamente, desde la vuelta a la democracia.
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