Senado y Convención Constitucional

La gran oportunidad que tiene la Convención Constitucional hoy es dotar al país de un nuevo régimen político, y si nos atenemos a su conformación, los votos para ello deberían estar, por lo menos así se desprende del discurso de la mayoría de sus integrantes.

Pero, ¿cuál es el problema? El Senado. No todos quieren acabar con el Senado, una instancia que, cualquiera que sepa un mínimo de historia de Chile, entiende que ha sido la cuna de la injusticia, el bastión de la oligarquía, el enclave legislativo para darle "legalidad" al abuso y al aprovechamiento político de las elites. Eso ha sido el Senado desde sus orígenes, un impedimento para una democracia de verdad, y una democracia de verdad es donde el poder político debe ser potestad de pueblo no de una elite.

Por lo tanto, la eliminación del Senado es requisito sine qua non para tener un régimen político democrático.

En la Convención se plantea reemplazar el senado por un "Consejo territorial" (con atribuciones limitadas) o por una "Cámara territorial" (con mayores atribuciones). Dado esto, uno se pregunta por qué, si lo más fácil, ante las circunstancias históricas, es dejar un sistema unicameral y punto.

La respuesta es simple, porque una parte del Frente Amplio, ex Concertación e Independientes No Neutrales, y la derecha obviamente, conminados por la voz ancestral del amo portaliano, que les habla desde el "republicanismo ejemplar" y las "tradiciones patrias" nacidas del latifundio, no quieren acabar con el Senado y buscan subterfugios para no instaurar un Parlamento unicameral, temerosos de que los partidos políticos pierdan poder.

Incluso se habla de una ridiculez que han llamado "bicameralismo asimétrico". Lo que corresponde en un nuevo régimen político es una Asamblea Nacional Legislativa donde estén representadas las 346 comunas que existen en Chile y cuyos candidatos a representarlas lo hagan bajo la condición de llevar más de 10 años viviendo efectivamente en cada comuna.

Hoy existen parlamentarios, por ejemplo, que viviendo en la capital representan a territorios del norte o del sur. Eso es parte del abuso del actual sistema. No es democrático. Por otro lado, el régimen actual mantiene protocolos cortesanos, que, aunque parezcan intrascendentes no lo son, pues desde el aspecto cultural y colectivo, son utilizados para permear de un civismo espurio a los votantes.

Hace unos meses un senador reprochaba al presidente de una comisión haber olvidado que las sesiones se deben iniciar "en nombre de Dios y de la patria", de lo contrario se vulnera nuestras tradiciones. ¡Ridículo!, y de ridiculeces no podemos seguir viviendo. ¿No creen ustedes?

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