Me gusta. Me encanta. Decenas de notificaciones emergían en nuestros celulares con comentarios positivos, saludos, emoticones felices. Cada corazón y dedo hacia arriba nos provocaba una sensación de bienestar, una satisfacción inexplicable y reconfortante, aunque pasajera, pero no por mucho tiempo. Bastaba realizar una nueva actividad, fotografiarla y compartirla, para que la dopamina volviera a aumentar.
Es que, estábamos motivados. El nuevo siglo despuntaba con un sinfín de oportunidades, podíamos viajar, disfrutar del sexo, consumir, sentirnos vitales, emprender proyectos, no atarnos a un trabajo ni a una persona ni a un lugar. La libertad era infinita y el potencial absoluto, así, la euforia por nosotros mismos nos embriagó de ego, la hipermodernidad era excitante porque en ella había una intensa energía que nos impulsaba a crear, buscar experiencias, vivir con ligereza.
Eros comenzó a reinar en nuestra Psique y como en el mito, ambos dieron vida a Hedoné, el placer.
La pulsión de vida, aquel instinto de unión, creación y deseo que nos moviliza a vivir fue la gran fuerza que mantuvo a una sociedad hedonista entregada sin pudor al mercado y al individualismo.
Los narcisos pos modernos, complacidos, dimos espacio sólo a las sensaciones placenteras y a la felicidad como única meta. El paradigma del like se instaló como pauta cultural; sólo hago lo que me gusta y desecho lo que no me interesa, doy lo que quiero, no me sacrifico.
Atrás quedaba el discurso de la modernidad cuyo tiempo fue el de las cosas que cuestan, de la resignación, del para toda la vida, del apego a las normas, de la carencia. No más relegarnos, no más conformarnos, al fin éramos invitados a disfrutar de los placeres del mundo y sus posibilidades.
Pero Eros no es la única fuerza que habita en nuestra psique, existe otra tan poderosa como inevitable. Y si Eros pudo reinar gracias al mercado global, Thánatos, la personificación de la muerte, ha llegado gracias a la pandemia mundial.
El emisario de Thánatos ha sido un virus que más allá de esparcir la muerte, ha sumido a los veneradores de Eros en la era del dislike.
Se acercan fechas de celebración y las recomendaciones son abrumadoras. Fiestas patrias, fiestas de fin de año, vacaciones, y nada de lo que solíamos hacer se podrá como antes. Que no compartamos el pebre cuchareado, que al viejito pascuero lo mantengamos de lejos, que nos olvidemos del abrazo de año nuevo, que no estemos cerca de alguien con sus toallas en la playa, ni pensar en salir a bailar.
Parecen frivolidades y en cierto sentido lo son, y ese, es el gran golpe al paradigma del like.
La pandemia no sólo ha afectado al cuerpo con su enfermedad y muerte, ha sumido en la oscuridad de Thánatos al disfrute de la vida y la motivación.
La rutina de los días se ha convertido en letanía “hasta cuándo estaremos así, hasta cuándo, hasta cuándo…” nos repetimos cada vez más.
Ahora muchas cosas son un dislike, las eternas filas para un trámite o compra, que la mascarilla, el alcohol gel, sacarse los zapatos, desinfectarlo todo, estar sobre alertas ante un resfrío, la prohibición de visitas en condominios, el encierro, el cansancio del teletrabajo con los niños en casa y las reuniones por Zoom, el aburrimiento, la culpa del ocio, la falta de expectativas. Y el dislike más doloroso y realmente importante, el desempleo, la pobreza, la falta de techo y alimento.
Pero hemos hecho frente con fondas virtuales, citas online, mascarillas con diseños, videitos en TikTok, innovaciones en nuestra cocina, maratón de películas, manualidades, conciertos por streaming; todo el arsenal de pequeños placeres que nos evoquen algo a Eros y el pasar excitante de sus días, pero no hay caso, es un recuerdo lejano porque el hedonismo ha sido devastado.
La pulsión de muerte nos ha detenido y la incertidumbre ha transformado este tiempo en un estado de tedio, de lata, porque ya estamos asumiendo que esto será por más que un par de meses. La era del dislike parece no tener salida bajo la oscuridad de Thánatos y su apatía.
¿El placer, ha muerto en pandemia?
Thánatos tiene un hermano gemelo, Hipnos, la personificación del sueño. Y si lo pensamos, cuando dormimos estamos un poco muertos. Puede que este tiempo no sea del poderío de Thánatos sobre Eros; tal vez Hipnos es quien realmente nos ha invitado a su noche.
Durante el sueño descansamos, nos regeneramos, repasamos lo aprendido. Es más interesante pensar que todos estos meses y los que vendrán serán un largo sueño, una detención del mundo, pero aún con pulso.
Si con Eros fuimos indiferentes a la fragilidad de la vida y nos autocomplacimos de no tener límites, el virus con Thánatos es una advertencia ante la ilusión del goce, y su adelanto, el estado somnoliento en el que Hipnos nos ha dejado.
Al despertar vendrán las grandes pruebas, personales y sociales. La era del like como expresión frívola y vacía ha tenido su ultimátum.
Ya veremos si Eros nos embriaga nuevamente y con más fuerza.
Por ahora, el placer está dormido en pandemia.
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