Como cirujano plástico, desde hace 13 años me ha tocado ver la evolución de mi práctica con la aparición de las Redes Sociales y el gran cambio en las relaciones interpersonales, en los modelos a seguir y en los cánones de belleza, sobre todo en niños y adolescentes.
Hemos avanzado hacia una sociedad impersonal, donde muchas relaciones son “virtuales” o digitales y no hay contacto real con amistades o familia, y que configuran un fenómeno a mi parecer preocupante.
La aparición de figuras mediáticas seguidas masivamente en las Redes, y que se transforman en los modelos de conducta y apariencia para jóvenes, principalmente actores, cantantes, deportistas o simplemente personalidades de la farándula, llámese Kim Kardashian, Cristiano Ronaldo o Miley Cirus, me llevan a pensar en qué pasará con ellos creyendo que ese mundo es real y que obviamente no les transmiten muchas veces los valores que como padres quisiéramos para nuestros hijos para que sean personas que aporten para hacer de nuestra sociedad un mejor lugar para vivir, aunque suene utópico.
El aumento de consultas por no estar conformes con su apariencia en fotos que son etiquetadas en Facebook o detalles en selfies que requieren Photoshop, con la intención de corregirlas, llama poderosamente la atención.
La necesidad de corregir rasgos étnicos o de “herencia familiar” son cada vez más frecuentes, llegando a situaciones preocupantes en países orientales en relación a la obsesión con lucir “occidentales”.
Más aún, cuando en ocasiones son los padres los que avalan y financian estas “necesidades” de sus hijos, muchas veces para compensar carencias en la relación con ellos, producto de lo demandante que se ha transformado el ámbito laboral para muchos.
Lamentablemente hemos llegado a un punto en que lo que importa es la apariencia y no lo que somos y transmitimos como personas, porque nuestra imagen es la que proyectamos en Facebook o Instagram.
Es importante que como padres establezcamos una comunicación sana y de confianza con nuestros hijos desde pequeños, reforcemos su autoestima, los preparemos para aceptarse con sus defectos y virtudes, porque nadie es perfecto, estar atentos a fenómenos de bulliyng en todo ámbito social e intervenir precozmente y con decisión frente a cualquier sospecha.
Creo que los padres debiéramos hacer sentir a nuestros hijos bellos por lo que son, y que esa diferencia o “imperfección” los hace especiales. Y que sentirnos orgullosos de quienes son y se lo transmitamos.
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