Aysén, una región olvidada

Recorrer la zona de la Carretera Austral es conocer otro Chile, donde el tiempo de viaje es muy distinto, 100 kilómetros, que en el resto del país se hacen en una hora, en esta región se cubre en tres o más, por sus pésimos caminos. Hay lugares a los cuales se puede llegar solo por vía marítima o fluvial. La conectividad determina así la vida y el desarrollo de esta zona.

Su belleza es exuberante, con una gran biodiversidad expresada en paisajes prístinos, que incluyen glaciares, montañas, ríos, lagos y fiordos. Una gran variedad de flora y fauna, incluyendo especies endémicas y en peligro de extinción, como el huemul (ciervo andino).

Sorprende, en el lento recorrido, descubrir diversos microclimas. Es así como en el transcurso de un viaje se puede pasar en minutos de zonas con algo de sol a otras totalmente cubiertas y lluviosas, lo que genera paisajes diametralmente opuestos; la aridez y la selva patagónica.

Hay realidades únicas para el país, y quizás para el continente, como Caleta Tortel, una maravilla geográfica y arquitectónica, que para pesar de su belleza, tiene problemas de desagües y desechos que sin duda afecta su atractivo turístico. La Capilla de Mármol es otro gran atractivo de esta zona. Ambas debieran ser también maravillas del país junto a las Torres del Paine, San Pedro de Atacama e Isla de Pascua.

El Parque Patagonia, de 304.527 hectáreas, entregado hace unos años al Estado por la viuda de Douglas Tompkins, en su interior cuenta con un hotel y un museo interactivo verdaderamente extraordinario. Pero también hay otra cara, la mirada de los habitantes de la zona, quienes critican la gran compra de terreno y la implicancia en su economía ya que quedaron esas hectáreas sin poder ser explotadas.

Es la misma diferencia que hay sobre Hidroaysén, que la comunidad valoraba por la gran inversión y desarrollo que traería a la zona, pero que fue rechazado por factores ecológicos.

En medio de esta geografía hay una población hermosa, que saluda con quién se cruza, que desea compartir su riqueza y que hace más fácil recorrer su territorio, pero también se consideran "alejados de la mano del Estado", que no hace mayor esfuerzo por integrarla efectivamente al resto del país.

Oscar Aleuy Rojas un reconocido investigador de la vida y la cultura de la Patagonia de Aysén, me señalaba: "No hay una cultura propia, sus influencias son argentinas: el gaucho, el chamamé y el mate entre otras lo representan más que nuestras propias costumbres nacionales".

Si hoy la economía local depende en gran medida del turismo, la ganadería y la pesca, lo que la hace vulnerable a fluctuaciones económicas y cambios ambientales, es una región que requiere una atención especial del estado nacional. Sobre todo, mejorando su conectividad y velando por los hermosos recursos naturales, de quienes quieren apropiarse para hacerlo un negocio. A modo de ejemplo, hoy existe un precioso lugar denominado Confluencia, donde llegan los ríos Baker y Neff, que tiene un mirador natural de acceso libre, pero se comenta que lo está adquiriendo un particular para cerrarlo y cobrar por su acceso. También se sabe que Luksic adquirió el Glaciar Los Leones y no se conoce su destino.

Si el Estado ha cerrado puertas, es su deber abrir otras. Aysén debe dejar de ser el pariente pobre de nuestro país para transformarse en una región turística de primer nivel, que no solo marque su futuro, sino el del país.

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