Hace 45 años se vivió uno de los momentos más críticos de la relación bilateral chileno-argentina. Mientras se acercaba la Navidad, también lo hacían los vientos de guerra entre ambas naciones, en una crisis que se estaba desarrollando desde 1977, pero que se remontaba décadas atrás. Las tres islas del Canal del Beagle, Picton, Lennox y Nueva, eran motivo de discordia desde el siglo XIX, después que Argentina, tras la firma del Tratado de Límites de 1881, reclamase su propiedad, aunque estuviesen al sur del Beagle, que era territorio chileno reconocido por el acuerdo.
Dicha situación se extendió durante décadas, con intentos de acuerdos que no prosperaron hasta que, en 1967, Chile decidió enviar el caso al arbitraje británico de la Reina Isabel II. Tras un proceso de 10 años, el resultado fue favorable, reconociéndose la propiedad de las islas en cuestión, algo que chocó con las pretensiones geopolíticas argentinas, país que buscaba situarse en ese sector para proyectarse a la zona austral-antártica.
En una maniobra sin precedentes, Argentina declaró nulo el laudo en enero de 1978, complicando el escenario y elevando el conflicto a una peligrosa escalada, donde no solo se movilizaron los medios políticos en búsqueda de una solución, sino que también los militares, incluyéndose apagones de ciudades e incluso expulsión de chilenos en suelo trasandino -algo que la revista Mensaje, en 1978, documentó profusamente- aumentando el riesgo de una guerra real, algo que nunca había ocurrido entre ambas naciones, a pesar de que sí existían momentos críticos en su historia (1878, 1898 y 1901), donde la diplomacia había sido vital para descomprimir el ambiente.
Pero 1978 era diferente. Existían militares en el poder tanto en Santiago como Buenos Aires, y se temía que esta vez sí existiese un enfrentamiento en la extensa frontera, sobre todo, en la zona austral. Sin duda, Punta Arenas era una de las ciudades más grandes y comprendía el clima hostil que se estaba desarrollando, mientras que en otras regiones no se conocía del todo la gravedad del contexto.
Por su parte, en Argentina se estaba desarrollando una movilización completa de los medios, incluida la prensa, contra el llamado "expansionismo chileno" o la "defensa de la soberanía en disputa". Diciembre fue el mes clave y el más crítico. Fue entonces que, los buenos oficios desarrollados por la Iglesia Católica en los dos países dieron resultado. Se llegó al nuevo papa, Juan Pablo II -que había asumido en octubre de ese año tras la muerte de su antecesor-, quien se ofreció para desarrollar la mediación cuando ambas escuadras se dirigían al choque definitivo en las aguas australes.
Antes de encontrarse, un temporal y los oficios del Papa detuvieron una guerra inminente. Desde entonces se inició un nuevo proceso, que se volcó a encontrar una solución diplomática, materializada en el Tratado de Paz y Amistad de 1984.
Si bien estos hechos ocurrieron hace 45 años, no debemos olvidar que tiempo después se comenzó a comprender desde Chile la gravedad de la situación. En 1978 estuvimos al borde una guerra, que se logró detener por un proceso de mediación, pero que nos demuestra que los problemas de límites son reales, implican consecuencias geopolíticas en el futuro e incluso nos pueden llevar a conflictos a gran escala, tanto en Chile, América y el mundo.
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