Se acerca la fiesta de Halloween y los católicos y cristianos con hijos pequeños se preguntan qué hacer, si celebrarla o no. Las redes sociales se empiezan a plagar con advertencias de ciertos grupos de creyentes que ven en esta fiesta la manifestación de Satanás y su proliferación en el mundo, actitud que me parece equivocada por las siguientes razones.
En primer lugar, porque le ponemos mucho color. Con esto quiero decir que proyectamos en los niños lo que nosotros pensamos y no se nos ocurre considerar el tema desde su perspectiva, que es, sencillamente, la de un disfraz, un juego. Los niños tienen mucho más clara la diferencia entre la realidad y la fantasía de lo que nosotros nos imaginamos. Ellos distinguen muy bien cuando están jugando y cuando el juego se acabó. No me imagino a ningún niño que se disfrace para rendirle culto al demonio. Lo que buscan es volver con hartos dulces.
En segundo lugar, porque disfrazándose de aquello que pudiese asustar es una forma de quitarle su poder, de quitarle potencia y, jugando, entrenarse para enfrentarlo cuando le llegue el momento de hacerlo. Disfrazarse de lo que aterra es una forma de dominarlo.
En tercer lugar, porque ante lo sanguinario y violento de la televisión y de muchos videojuegos, un disfraz de bruja, monstruo o incluso demonio es como para que dé un ataque de risa. Puede suceder que, sin querer, se esté siendo incoherente al horrorizarse por un disfraz y no, por colocar un ejemplo, por las graves injusticias que se dan en nuestro país, las que en muchos casos son la causa de actos violentos. Actitudes como éstas fueron las que Jesús calificó irónica y certeramente como "colar el mosquito y tragarse el camello" (Mt 23,24). Esto y no lo otro es lo que nos debería escandalizar.
En cuarto lugar, porque olvidan que Jesús ya venció al demonio, lo que se ve -por ejemplo- en el episodio recogido por los evangelios sinópticos de cuando fue tentado en el desierto. Si bien es cierto que el demonio sigue actuando entre nosotros, lo podemos vencer uniéndonos al triunfo de Cristo, quien se ha acreditado como "el más fuerte" (Mc 3,22-30). Se ha dicho que una de las manifestaciones del demonio en nuestro tiempo es hacer creer que no existe, con lo que estoy de acuerdo; pero, también me parece que verlo en todas partes es hacerle el juego, porque nos obliga a vivir asustados, a la defensiva, demonizándolo todo.
Por último, también hemos olvidado que los judíos y los cristianos hemos sido los campeones del reciclaje, en cuanto que realidades ya existentes fueron transformadas radicalmente otorgándoles un nuevo sentido. Los judíos reciclaron cantidad de fiestas cananeas, como la pascua, que era originalmente una fiesta de pastores celebrada en la época en que el ganado menor tenía sus crías, para protegerlas de la muerte que creían era ocasionada por malos espíritus, un rito apotropaico, como lo llaman los estudiosos de las religiones, y la convirtieron en la fiesta por excelencia de la liberación; y nosotros, cristianos, la reconvertimos en la fiesta de la resurrección de Cristo.
Así que ¡a no ponerle tanto color! Y un consejo final que practico hace años: en vez de dulces, alimentación sana. Hay, por poner un caso, una gran variedad de barras de cereal, algunas hasta sin azúcar, que, para mi sorpresa, han tenido buena acogida entre "las huestes del averno" que cada año golpean mi puerta.
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