"A mí me gustaría partir esta conversación recomendándoles a todos en Chile darle una mirada; se llama 'Dilexi Te'". Así comenzó el punto de prensa dado por Gabriel Boric tras su audiencia privada con el papa en El Vaticano hace unas semanas. ¿De qué trata este documento que captó el interés del Presidente de Chile?
"Dilexi te" es una declaración de principios que establece el tono del pontificado de León XIV y plantea un desafío directo a las estructuras de nuestro tiempo. Continuando de manera explícita el legado de Francisco, su predecesor, el documento articula una visión donde la relación con los pobres no es un apéndice de la fe, sino su núcleo, el criterio fundamental de autenticidad para la Iglesia Católica y, por extensión, una brújula ética para la sociedad entera.
El análisis de León XIV trasciende la simple llamada a la caridad. Arraigado en una profunda relectura de la tradición bíblica y la historia del cristianismo, el texto argumenta que la "opción preferencial por los pobres" no es una invención moderna de la teología de la liberación, sino el ADN de la fe cristiana. Desde el Dios que escucha el "grito de los oprimidos" en el Antiguo Testamento hasta la radical identificación de Cristo con los desposeídos, la exhortación insiste en que el amor a Dios es inverificable si no se traduce en un compromiso concreto con la justicia y la dignidad de los más vulnerables. Se trata de una interpelación incómoda que sacude los cimientos de una fe "puertas adentro" e indiferente a la realidad social.
El diagnóstico de León XIV no es meramente espiritual, sino profundamente sociopolítico. La exhortación apostólica denuncia con firmeza lo que llama "estructuras de pecado": mecanismos económicos y culturales que perpetúan la exclusión y generan una "cultura del descarte". Critica un modelo de desarrollo que prioriza la ganancia sobre la persona, creando élites que viven en "burbujas de confort", mientras millones sobreviven en condiciones indignas. Al hacerlo, el papa no se limita a una crítica moral genérica, sino que apunta a las ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y una meritocracia que ignora las desigualdades de origen, presentando la pobreza como un fracaso individual en lugar de una consecuencia de sistemas injustos.
Quizás el aporte más significativo de la exhortación es su énfasis en concebir a los pobres no como objetos pasivos de asistencia, sino como sujetos activos de su propia historia y evangelización. Bebiendo de la rica tradición del episcopado latinoamericano, el texto afirma que las comunidades marginadas poseen una "sabiduría misteriosa", una perspectiva de la realidad que es indispensable para la Iglesia Católica y la sociedad. Nos invita a superar el paternalismo y a "dejarnos evangelizar por los pobres", escuchando su clamor no solo como una petición de ayuda, sino como una voz profética que desenmascara nuestras contradicciones y nos llama a una conversión personal y estructural. Se (re)constituye así una comprensión cristiana de la pobreza como lugar existencial, que no es meramente el objeto de la pastoral social, sino un "modo de ser" elegido por Jesús (que nació pobre, vivió entre los pobres y murió pobre) a través del cual podemos aprender a distinguir los bienes esenciales que requiere la existencia humana, respecto de todo lo demás, que es accesorio.
"Dilexi te" no solo recuerda magistralmente a los cristianos que la pobreza encarna esta sabiduría acerca de lo esencial en la vida humana. Es, a su vez, una interpelación a toda la sociedad secular, recordándonos que el verdadero progreso de una civilización se mide por la forma en que trata a sus miembros más vulnerados.
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