Kast: ¿Consecuencia o inconsistencia?

Confieso que esta columna es la que se me ha hecho más difícil escribir. Lo he reflexionado por largo tiempo, la he escrito y reescrito, he pedido opiniones, pero he creído que la verdad y el futuro de nuestra patria, el testimonio de nuestra iglesia y de Schoenstatt lo hace necesario. Me es difícil, porque como católico y schoenstatiano, escuchar y leer a José Kast (también católico y schoenstatiano), me produce una profunda contradicción entre su manera de hacer política y los principios tanto de la doctrina social de la Iglesia como la visión del fundador de Schoenstatt, el padre José Kentenich.

Para Kast, el fin justifica los medios, según lo que hemos visto de su actuar político. Si es necesario mentir, lo hace; si es preciso contar verdades a medias para adaptarlas a sus intereses, no lo piensa dos veces y recurre a ello. Si le da réditos hacer promesas imposibles de cumplir, no le importa si le genera votos. Si es necesario usar fake news, incluso para atacar a otra candidata de su sector, no trepida en ser cómplice pasivo, sin asumir responsabilidad y consecuencias cuando es denunciado y develado la responsabilidad de miembros de su sector. Me pregunto ¿es esta una actitud evangélica?

Hemos visto como, en numerosas acciones si puede, transforma su relación con sus opositores a un lenguaje de odio, que al final le impide ver la otra parte de la verdad, porque no le importa. Una de sus tantas acciones en este sentido, es la frase "el país se cae a pedazos". Más allá de estar o no de acuerdo con este gobierno, lo real es que no se está cayendo a pedazos, lo cual queda de manifiesto que es una manera de descalificar al oponente y quitarle todo lo bueno que pueda tener. ¿Es esta una actitud evangélica?

En sus expresiones, vemos que busca más imponer que negociar. En su discurso divide al país entre "patriotas" y "enemigos internos" buscando dividirlo entre buenos y malos, porque tiene una visión excluyente del adversario. Su política busca más imponer que negociar, una muestra clara fue su influencia en la segunda propuesta constitucional. Se niega en la práctica a generar puentes- así podemos verlo en su conducta con el resto de la derecha- tarea a la cual nos llamó tantas veces el papa Francisco. En definitiva ¿es esta una actitud evangélica?

Aunque pueda tener buenas intenciones o fines, su estilo o su forma de concebir el servicio público no corresponde al espíritu que la doctrina social de la iglesia define como una cultura social de espíritu cristiano basada en la justicia social, la fraternidad y la solidaridad. Sus actitudes agresivas, descalificatorias, la generación de odiosidad, de crear mentiras sobre los otros, de considerarse como poseedor de la verdad, es muy contrario al camino que nuestra Iglesia y Schoenstatt nos han enseñado.

En efecto, esta actitud está muy lejos de una Iglesia que busca construir un mundo mejor por el amor y no por el odio, por la verdad y no por las mentiras, por la solidaridad y no el egoísmo, porque ese fue el mensaje de Cristo. Está lejos de un movimiento cuyo fundador, el padre José Kentenich, enfrentó y cuestionó al Nacional Socialismo y eso le significó vivir 3 años en el Campo de Concentración de Dachau y para quién su modelo de sociedad era el "Solidarismo" que fue la base de la Social Democracia, muy distante de la visión que Kast defiende.

Al parecer Kast ha cambiado los grandes líderes que lo guiaron a lo largo de su vida por cuestionados personajes como Trump, Milei y Bolsonaro. Su adhesión ha sido pública. Más allá de intenciones declaradas, el estilo Kast, cercano al "estilo Trump" nos puede conducir, inevitablemente, a una cultura social y política, de enemigos, de confrontación permanente, egoísta y fratricida (lo que está pasando hoy en USA). Aunque no se crea, no estamos tan lejos de aquello.

Tener posturas distintas dentro de un grupo, es absolutamente válido, fundamentalmente porque es parte de nuestra libertad (en nuestro caso, a nivel eclesial y como schoenstattiano). Sin embargo, cuando no se respeta la dignidad de las personas, tanto en sus expresiones escritas como verbales; cuando se recurre a predicar agresividad y violencia; cuando se hace uso y abuso de la mentira; estamos en un terreno de seria discrepancia en cuando a los principios que decimos adherir y que entran en serias contradicciones con el actuar político cotidiano.

Es cierto que la conducta de todo ser humano tiene luces y sombras, nadie es perfecto. Pero en este caso estamos hablando de un candidato cuya intención es conducir al país. Por eso, no puedo callar, porque su visión y actuar no trae consigo espacios de amor, solidaridad, entrega generosa, responsabilidad y un genuino deseo de servir a los más necesitados, como ha dicho León XIV en su encíclica "Dilexi Te", sobre el amor hacia los pobres: "No se puede separar la fe del amor a los pobres". Bastaría leer las encíclicas del papa Francisco para ver la kilométrica distancia que existe entre su visión y nuestra iglesia.

Espero que esta columna, de un hermano en la alianza, le sirva para realizar una profunda reflexión.

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