La urgencia que el Presidente Boric otorgó al impulso de proyectos de legalización del aborto y de eutanasia ha generado múltiples reacciones. Boric asegura que el motivo de su iniciativa no nace de un cálculo electoral ni mucho menos. Para el Presidente, la promoción de la ley de aborto es una cuestión de convicción e ideología. Aun cuando socios de su coalición, por ejemplo, del Partido Socialista, han manifestado que las prioridades de la gente no es el aborto legal, como sí lo son la seguridad o la economía, y que definitivamente, este es un tema de nicho, típico de los partidos boutique, no le importó al Mandatario imponer su pretensión.
Tal como lo planteó en la reciente Cuenta Pública, el fundamento de la propuesta es "porque las mujeres merecen su derecho a decidir". No es una cuestión sanitaria, ni de resguardo de la vida materna, asunto supuestamente ya resuelto con la ley de tres causales. Es sencillamente una bandera de reivindicación feminista de la agenda ultraprogresista que lidera el Frente Amplio.
Tras el anuncio, obviamente, múltiples líderes de las iglesias chilenas -católica y evangélicas- han manifestado su desaprobación al proyecto del gobierno, justificando desde la perspectiva del respeto primordial por los derechos humanos, que no existen derechos reproductivos sexuales que justifiquen sacrificar la vida de otra persona. El cuerpo que está en el vientre de la madre no es simplemente una parte de su cuerpo; es otro ser humano.
Lo peligroso, y a la vez contradictorio, es que asumiendo que el debate por la legalización del aborto para este gobierno no es centralmente un asunto de salud, sino que directamente una cuestión de dogmas e ideologías, se busque descalificar y hasta inhabilitar la opinión de los ciudadanos creyentes, y a sus representaciones institucionales, las iglesias.
Diputados oficialistas sentenciaron que el que no está con el proyecto del gobierno "no cree en el derecho de las mujeres". La ministra de la Mujer, Antonia Orellana, a propósito de la declaración opositora del arzobispo católico Fernando Chomalí, señaló que "la voz del arzobispo es una más de las que conviven en nuestra sociedad, por lo que no debería ser determinante", ya que "Chile es un Estado laico". Además de confundir la opinión personal con la de instituciones centenarias que han forjado occidente, intentó restar importancia a la voz de las iglesias, las cuales aún continúan teniendo mayor adhesión demográfica que muchos de los actuales partidos políticos.
El Presidente Boric tomó la pancarta anunciando una victoria moral por su activismo con los derechos feministas. Al mismo tiempo sus cuadros han buscado silenciar el disenso, atacando la expresión pacífica de la disidencia sobre el aborto, incluyendo las voces provenientes de la fe en el espacio público. En lo que le queda de gobierno, el Mandatario decidió vestirse de activista con pañuelo verde y brazo empuñado para "profundizar los derechos" y ser elogiado por sus propios funcionarios, por trabajar intensamente en una agenda elitista que privará la libertad básica de presenciar la dignidad de cada vida humana nacida y por nacer.
En el intertanto, el Presidente y sus seguidores rezan y ponen en práctica el credo progresista, feminista y ultraizquerdista, utilizando los recursos de todos los chilenos para promover su doctrina acerca de la vida y el aborto. A la vez de crear institucionalidad y políticas públicas que más que sustentarse en evidencia científica, responden a un trasfondo doctrinal que busca "avanzar y no retroceder" a costa de miles de chilenos que están por nacer.
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