Abuso de licencias médicas, síntoma de un sistema en crisis

Recientemente, la Contraloría General de la República reveló una cifra alarmante: miles de funcionarios públicos, mientras se encontraban con licencia médica, realizaron viajes al extranjero. Más allá del escándalo, este dato expone una problemática que debe ser abordada.

Las licencias médicas cumplen una función fundamental: proteger la salud y garantizar el reposo. Sin embargo, su mal uso y el creciente número de entregas injustificadas han ido debilitando su legitimidad. Esto es especialmente grave en el sector público, donde el ausentismo laboral por licencias médicas se ha transformado en una práctica habitual, muchas veces normalizada dentro de la cultura institucional.

Lo primero es la falta de una fiscalización eficaz. Los recursos y capacidades disponibles son claramente insuficientes. No obstante, sería un error reducir esta crisis únicamente al ámbito del control. El fenómeno tiene raíces más complejas, muchas de ellas relacionadas con factores organizacionales. En numerosos servicios públicos, liderazgos y ambientes laborales inadecuados, junto a un estatuto administrativo completamente anacrónico han facilitado una cultura que normaliza el uso inadecuado de las licencias médicas. Estas se utilizan, no solo como válvula de escape frente al malestar laboral, sino también como un medio para realizar asuntos personales totalmente ajenos al reposo médico. No es raro escuchar expresiones como "voy a tirar una licencia... total todos lo hacen, nunca pasa nada". Esta normalización se alimenta de la percepción de impunidad y de la ausencia de consecuencias reales para quienes abusan del sistema.

Por otro lado, el problema también involucra al gremio médico. No se puede obviar la existencia de profesionales de la salud que, por diversas razones que pueden ir desde la presión de los pacientes hasta incentivos económicos, emiten licencias con escasa justificación clínica. Si bien es cierto que la gran mayoría de los doctores actúan con ética, los casos de malas prácticas deben ser enfrentados con decisión tanto por el Colegio de la orden como por las autoridades sanitarias.

Estamos, por tanto, ante un desafío multidimensional. Combatir el fraude en licencias médicas exige abordar simultáneamente varios frentes: fortalecer los mecanismos de fiscalización, revisar el marco normativo, mejorar las condiciones laborales y transformar una cultura organizacional permisiva en una basada en la responsabilidad y la ética. No se trata solo de perseguir a los infractores, sino de reconstruir un sistema que ha perdido legitimidad y credibilidad ante la ciudadanía.

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