Coescrita con Yasna Palmeiro, University College London
La reciente ola de calor que afecta la zona centro-sur de Chile, con temperaturas superiores a los 40 grados en algunas localidades, no es un evento aislado, sino una manifestación de un patrón climático que se intensifica año tras año, especialmente durante los meses de enero y febrero. La gravedad de este fenómeno no puede subestimarse, dado su impacto directo en la salud de la población, llegando, en ocasiones, a ser letal.
Una revisión del episodio de calor extremo de enero 2017, entre el 11 y el 31 de ese mes, reveló un alarmante incremento en la mortalidad: más de 580 muertes adicionales en Chile, afectando principalmente a los mayores de 65 años. Estos datos no son meras estadísticas; representan un urgente llamado de atención a la sociedad y a las autoridades para reconocer el calor extremo como una seria amenaza a la salud pública, con el potencial de desencadenar una catástrofe sanitaria.
A pesar de que desde diciembre de 2023 Chile cuenta con el Plan Nacional de Emergencia - Amenaza Calor Extremo, coordinado por SENAPRED, es evidente que aún queda un largo camino por recorrer. Es crucial adaptar y articular este plan a las realidades específicas de cada región y localidad.
A nivel local, es imperativo realizar evaluaciones de riesgo detalladas, identificando vulnerabilidades específicas y oportunidades de acción comunitaria para fomentar una mayor resiliencia climática. Además, es fundamental que las organizaciones, tanto públicas como privadas, asuman un compromiso más firme en la protección de la salud de los trabajadores durante estos episodios críticos, lo que puede incluir la reorganización de jornadas laborales y la incorporación de tecnologías innovadoras.
El cambio climático, impulsado por la quema continua de combustibles fósiles, exige una adaptación a un escenario donde los eventos de calor extremo serán más frecuentes, severos y prolongados. En la Región Metropolitana, por ejemplo, la confluencia de olas de calor, un aumento en el envejecimiento de la población y la presencia de islas de calor urbanas configuran un panorama especialmente preocupante, que podría traducirse en un aumento de la mortalidad.
Este escenario nos enfrenta a un desafío colosal que requiere una respuesta coordinada e intersectorial, con el objetivo primordial de proteger la salud de todos los habitantes de Chile y prevenir una catástrofe sanitaria.
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