Co-escrita con Sandra López Arana, académica del Departamento de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, integrante del Grupo Transdisciplinario de Obesidad de Poblaciones (GTOP) y del Centro para la Prevención y el Control del Cáncer (Cecan).
En los últimos años el cáncer de mama se ha convertido en el más frecuente entre la población femenina. De acuerdo a lo publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 se registraron más de 2,3 millones de casos, lo que representa alrededor de 685.000 mujeres fallecidas por esta causa. La mayor prevalencia se da en mujeres de 40 años y más. Los países con mayores casos de cáncer de mama y mayor número de defunciones se dan en países de bajos y medianos ingresos.
Chile no escapa de esta situación. Según información disponible del Ministerio de Salud, la mortalidad por cáncer de mama se posicionó como la principal causa de muerte en mujeres y llegó a 8,5 por 100.000 habitantes en 2020, equivalente a 1.657 personas fallecidas ese año. Las tasas de incidencia de este tipo de cáncer registran para Chile 55 mujeres por cada 100.000 habitantes.
El cáncer de mama se desarrolla por la multiplicación anormal de las células del epitelio mamario. La causa que gatilla esta enfermedad es desconocida, pero hay factores que están involucrados que podrían modificarse para prevenir su aparición. Los estilos de vida poco saludables como el consumo de tabaco y alcohol, las dietas insanas y el sedentarismo son factores modificables que podrían contribuir a prevenir el cáncer de mamá (y otros tipos de cáncer también).
Teniendo en consideración que la evidencia muestra que el cáncer de mama es una enfermedad donde confluyen factores genéticos y ambientales, los cuales se interrelacionan potenciando el riesgo para desarrollarlo, hay algunos factores dietarios protectores que es útil conocer e incorporar durante todo el curso de vida. Es importante saber que los efectos de estos factores son a largo plazo, es decir hay que seguir este tipo de dietas durante toda la vida para que su impacto sea visible. La evidencia, aunque aún es limitada, señala que una dieta rica en frutas, verduras y granos enteros, y baja en grasa saturada, puede ayudar a disminuir el riesgo del cáncer de mama.
La evidencia también muestra que la obesidad, medida a través del índice de masa corporal (IMC) y el perímetro de cintura aumentado, se relaciona con mayor riesgo de cáncer de mama, mayor mortalidad y mayor reincidencia de este tipo de cáncer.
Es imperativo contar con políticas públicas que garanticen ambientes alimentarios saludables para que las personas durante toda su vida puedan disponer y acceder (física y económicamente) a alimentos de buena calidad nutricional previniendo a tiempo la aparición de enfermedades como el cáncer y otras condiciones crónicas vinculadas a la dieta como la diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares.
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